1- Asamblea en el bosque

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Cuando Ridan y Duffimel hubieron llegado al castillo de Meslar, hubo mucha conmoción. Todos estaban impresionados, asustados y ansiosos. Todos conocían al hijo desechado de Riopeo, pero desde que había sido desechado se su lugar en el cielo, nadie nunca lo había vuelto a ver. Nadie sabía qué significaba aquello. Aquello parecía muy desconocido por todas las criaturas del bosque que allí se hallaban. Un hombre malvado y una estrella desechada nunca habían llegado al castillo del león; opacaban la belleza de los sublimes jardines y la esbelta elegancia de las columnas y escaleras de mármol. Ridan y Duffimel nunca habían visto algo tan hermoso. Aquel lugar parecía ser la casa de todos los exquisitos aromas del bosque de Maldovia.

Pero lo que más asustó a todos, fue el hecho de que Meslar no se hallaba en su castillo. Sin embargo, Ridan y Duffimel mostraban en sus semblantes intención de traer información valiosa. Ellos no parecían tener intenciones de atacar en aquel momento. En la mentira puede también leerse algo de verdad, pues la oscuridad es la hija rebelde de la luz. Cuando casi llegaban a las marmóleas escaleras del castillo, Meslar apareció detrás de ellos, con un rostro algo melancólico, pero seguro. Al voltearse ambos para verlo, Duffimel exaltó su semblante con orgullo, pero Ridan sintió algo extraño en su corazón. Por un momento sintió culpa de estar allí; culpa por no haber creído todo lo que contaban los cuentos sobre el león, y culpa por no haberle creído a Duffimel. Ahora Ridan sabía que el hechizo que lo atormentaba era completamente real.

-No manchéis mi castillo con vuestras oscuras pisadas -dijo el león con su insondable y poderosa voz, y se sentó, mostrando la ausencia de su miedo. -¿A qué habéis venido, sino a querer ahuyentar la paz de mis bosques? -añadió, como si ya supiera todo lo que habría de suceder.

-Tienes algo que le pertenece a mi Rey -habló Duffimel.

En ese instante, Meslar dio un poderoso e inmenso rugido que sacudió todo aquel entorno. Estaba enojado. Todos alrededor se quedaron muy serios, pero alegres de que su Rey hubiese impuesto respeto y carácter. Ridan sintió más miedo y más culpa, pero Duffimel quería enfrentarlo allí mismo.

-¿Ha perdido tu Rey la valía de hablarme? -preguntó Meslar, con un rostro enfurecido que infundía temor a la maldad. -¿No usó él su boca para mentir, encubrir su maldad y ordenar la muerte de su primogénito hijo? Lo que buscáis aquí no os pertenece -añadió tajantemente, con un semblante más serio que el de un mar enfurecido; con el carácter de un león enfadado.

-Si no es por nuestras palabras, lo que me pertenece será mío por nuestras espadas -dijo Ridan a Meslar. Tenía deseos de ver a Naurim, pero no se atrevía. Aún así, halló valor para buscarla con su mirada. Naurim aún sentía mucho miedo por él, pero enfrentó la mirada de Ridan porque se sentía segura estando cerca del Señor de los bosques. Cuando sus miradas se encontraron, Ridan sintió dolor y Naurim sintió alivio, pues quien hiere primero es quien luego siente dolor, y quien es herido en primer lugar es luego sanado.

Y luego, por un instante, el corazón de Meslar se debilitó. Sentía melancolía y dolor; sollozos y sufrimiento. Algo en el león no quería escuchar las oscuras palabras de Ridan. Le herían más que las palabras de la estrella desechada. Algo sentía Meslar que nadie más estaba sintiendo. Se sentía débil. Su rugido le había costado mucha fuerza que el león parecía no tener. Naurim vio algo extraño en el león, y lágrimas bajaron por su rostro. Ella se asustó. Naurim también sentía algo extraño, pero en realidad no sabía qué. Todos sentían la tristeza del león, pero no lo sabían. Todo aquello se convirtió en una confusa canción. Pero Meslar sabía que su bosque y sus criaturas estaban sintiendo lo que él sentía, así que recuperó su valor.

-Si será por sus espadas, entonces no lo será por nuestros escudos -contestó Meslar. Esto significó la aceptación de una batalla de guerra.

-Mañana en la mañana, el valle de Badir verá tu último día, y el primero de nuestro triunfo. Ningún dios del bosque podrá evitarlo -se exaltó Duffimel, mientras se acercaba a Meslar, amenazadoramente. Meslar estaba atento, pero pensando en que toda palabra llena de maldad tiene un fin muy tenebroso.

El Señor de la Canción Verde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora