CAPÍTULO 8

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Julia

Han pasado dos días desde el partido y eso nos deja a dos días del siguiente y último de la fase de grupos. No me he dado cuenta antes, pero llevo ya bastantes días aquí y lo estoy disfrutando. En dos días, Pedri y yo nos hemos acercado tanto que cualquiera desde fuera es capaz de decir que algo pasa entre los dos. O al menos eso es lo que me dan a entender el resto de jugadores. No me quejo. Eso es lo que quiero.

Además, antes de venir, pensaba que estaría completamente sola, aburrida haciendo el trabajo y sin nada más que hacer. Pero, para mi sorpresa, también me he podido acercar a muchos de los jugadores e incluso me lo estoy pasando bien. Cada vez que me junto con ellos, hay risas aseguradas. Me alegro de que me ayuden a olvidarme de que no quería estar aquí.

Le estoy dando vueltas al café, sentada en una mesa sola en el comedor, cuando alguien aparece delante de mí. Alzo la cabeza para encontrarme al mismísimo Asensio con una sonrisa en la cara.

—¿Reservado para Pedri? —bromea, haciendo referencia al asiento delante de mí.

—Serás idiota —río, mientras él se sienta, dejando su bandeja con el desayuno en la mesa—. En realidad, para mi padre. Me ha dicho que tenía que hablar conmigo —cuando escucha esas palabras, se asusta y hace amago de irse, a lo que río—. No te preocupes, va a tardar bastante.

—Bien —responde él, untando mantequilla en sus tostadas—. Me vas a odiar por esto.

Antes de que empiece a hablar, ya sé a qué se refiere. Marco y yo no es que seamos muy cercanos y las únicas veces que hemos compartido conversación ha sido cuando estábamos con más jugadores. Es por eso que me ha sorprendido verlo sentarse conmigo, pero sé que tenía una intención.

—Es por Mireia, ¿verdad? —suspiro y lo miro. La sonrisa de su cara ha desaparecido.

—Sé que no os lleváis muy bien. Lo siento, pero créeme. Eres mi última opción —me responde y yo tomo aire. No puedo mandarle a la mierda aunque quiera, así que me preparo para escucharle—. No me contesta a los mensajes que le he enviado, cada vez que le digo para quedar o algo me dice que tiene mucho trabajo. No le dirige la palabra a nadie y las consultas cada vez son más rápidas. Las dos veces que he ido, ha respondido de la manera más breve posible y eso no es normal.

Ahora que lo dice, sí que es verdad que no he visto a Mireia en estos dos días, y siempre la suelo ver fuera. Sé que no le gusta pasar tiempo sola y que por eso evita constantemente quedarse en su habitación, seguramente porque es una persona a la que no le gusta estar a solas con sus pensamientos.

La primera vez que Marco me avisó, después del partido, pensé que tan solo estaría trabajando, pero es probable que haya algo más.

—Algo le tiene que pasar —Marco añade. Está jugando con el tenedor, nervioso—. Ya he intentado hablarle, preguntarle si le pasa algo, pero siempre lo esconde. Por eso he venido a ti.

Asiento. Me molesta, pero también lo entiendo. Si una persona con la que he reforzado mi amistad últimamente me dejase de hablar, yo también me preocuparía.

—Puedo ir a ver qué puedo hacer —le respondo y se le ilumina la cara—. No prometo nada. A lo mejor acabamos pegándonos —esto último hace que Marco suelte una risa floja, pero yo lo digo en serio.

Al final, espero sentada con Marco hasta que él termine de desayunar, porque se nos acaban uniendo Llorente y Pau Torres unos minutos después. Cuando terminamos todos, me despido y ando hacia el ascensor, dispuesta a hablar con mi prima, no sin antes mandarle un mensaje a mi padre para decirle que quedamos luego.

Por mucho que me cueste lo que voy a hacer, no puedo rechazar a Marco, porque se nota que está desesperado. Además, Mireia es mi prima y, aunque yo nunca me haya comportado como tal para ella, Mireia sí que lo ha hecho. En numerosas ocasiones, a pesar de haberle dicho mil veces que no la necesitaba.

Efímero - Pedri González, Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora