Mireia
Cuando me dijeron que iba a trabajar para la selección española, me emocioné. Me emocioné mucho, al igual que me cagué, pero también pensé que no iba a tener ni un jodido día de verano, o al menos del principio de este, para disfrutar. Pero me equivocaba, no totalmente, pero lo hacía.
Nos habían dado la tarde libre. No solo a mí, sino que también a todos los jugadores y trabajadores. Llevábamos sin descansar desde que empezamos y, en tres días, sería el próximo partido, por lo que querían que los jugadores estuvieran descansados, al igual que todos nosotros. Era importante descansar para poder rendir al máximo.
Y es por eso que he decidido ir a hacer turismo por Sevilla. No conozco la ciudad y soy consciente de todo el patrimonio cultural y artístico que tiene. Quiero conocerla.
Alguna que otra vez me he fijado que en la recepción del hotel hay algunos folletos que informan sobre lo mejor de la ciudad. Hoy es el momento de usarlos. Así que aquí estoy, leyendo uno de ellos mientras decido si es mejor ir andando o coger un taxi al centro de la ciudad.
—Perdone, ¿puede...? —estoy dispuesta a darme la vuelta y pedirle a la señora de la recepción un taxi, pero cuando voy a hacerlo me encuentro con el mejor panorama posible.
Álvaro, Koke y Unai, muy diferentes a sus looks habituales. Llevan gafas de sol enormes y con cristales súper negros, a la vez que unas gorras que provocan que casi no se les vea la cara.
—¿Pretendéis que no os reconozcan? Porque no me han hecho falta ni dos segundos —suelto una gran carcajada. Realmente es curioso cómo se han disfrazado. Parecen los chicos de la película "Dos rubias de pelo en pecho" que se pensaban que no daban el cante, pero todo el mundo sabía que eran chicos.
—¿A quién le hablas? —disimula Álvaro.
—Vamos, Morata... —el chico hace un puchero y suspira—. ¿Por qué vais así vestidos?
—¿Así cómo? A mí me parece que vamos bastante chic —me cuesta ver si lo que dice Koke es una broma o va en serio. Ante mi cara de confusión los tres se empiezan a reír.
—Seréis idiotas —susurro, divertida.
—Vamos de turismo por Sevilla. Aunque todos hemos estado bastante veces, preferimos eso antes que ver cómo Olmo trata de ligarse a una camarera —niego con la cabeza por lo que dice Álvaro y les sonrío. Es un buen plan.
—Qué bien —digo—, pasadlo bien —hago un amago para girarme a la señora de recepción, dispuesta a pedir el taxi definitivo, pero Álvaro me agarra de la mano y me para.
—¿Y tú? —pregunta.
—¿Yo que? —le respondo, totalmente desprevenida.
—Que a dónde vas —río por la confusión. Él me suelta la mano, esperando mi respuesta.
—Yo también voy de turismo. Estaba apunto de pedir un taxi —les explico, enseñándoles el folleto en mi mano.
—Tonterías —se mete conmigo Koke.
—Sí... —le sigue el rollo Unai.
No entiendo nada. Cuando estos se juntan parecen tener un idioma raro que no entienden ni ellos, pero igualmente se siguen el rollo.
—Tú no vas a pedir un taxi —niega con la cabeza Álvaro—. Te vienes con nosotros.
—No —le respondo rápidamente, negándome—. No hace falta, no quiero molestar.
Los tres chicos ríen. Koke me quita el folleto de la mano y lo deja en la mesa en la que estaba. Unai pasa su brazo por mis hombros y es entonces cuando sé que no hay vuelta atrás, pues me pongo demasiado nerviosa con la presencia del vasco como para interactuar con la realidad. He intentado actuar con normalidad, pero Unai Simón es mi jugador favorito del Athletic Club de Bilbao, del cual soy fiel seguidora. Y que el portero se haya acercado tanto a mí, me ha descolocado. No solo soy su fan, sino que, además, es muy guapo.