CAPÍTULO 10

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Julia

Cuando me encuentro a Álvaro, no está solo, y eso es lo que más temía. Por suerte, es Koke quien lo acompaña, por lo que puedo soltar un suspiro de alivio. Ambos caminan por el pasillo, camino a la entrada del hotel, ya listos para marchar. El resto no va a tardar en llegar también.

Muestro una sonrisa a los dos futbolistas, por mucho que me cueste, en cuanto me doy cuenta de que me han visto. Ellos me responden con otra mientras se acercan a mí.

—Hombre, ¡Julia! —exclama Koke. No parece nada nervioso por el partido, aunque estoy segura de que lo está escondiendo bien.

—Hola, chicos —les saludo. Álvaro se coloca junto a mí y apoya su mano en mi hombro en forma de saludo—. ¿Nerviosos? —pregunto, para romper el hielo. No puedo sacar el tema así de la nada, a pesar del poco tiempo que tengo.

—Nada —Koke responde, totalmente confiado. Morata, sin embargo, no lo está tanto porque baja la mirada.

—Seguro que ganáis —les aseguro. Dudo que esas palabras ayuden en estos momentos, pero tampoco sé qué decir. El silencio inunda la conversación, probablemente porque lo último que quieren ahora es hablar, con los nervios a flor de piel.

Los miro detenidamente y suspiro. Miro la hora en el reloj de mi muñeca. Es el momento. Ahora o nunca.

—Creo que tenemos que irnos ya a... —Álvaro empieza a hablar y, por primera vez, noto la preocupación en su tono de voz. No está tan alegre como suele estarlo y no puedo ni imaginar la presión que tiene que sentir ahora mismo.

—Tenía que deciros algo —los dos hablamos al unísono y nuestras palabras chocan con las del otro.

A lo mejor es un poco egoísta contárselo ahora, antes del partido, cuando lo único que necesitan es concentración.

—Da igual —concluyo, olvidando el tema.

—No, no —se apresura Álvaro a decir—. ¿Pasa algo?

Miro a los dos, que me observan expectantes. ¿Es el mejor momento o debería esperar? Está claro que el irme es una noticia mala, sobre todo para mí, pero también para algunos de los jugadores con los que mejor me he llevado. Sin embargo, no creo que les afecte tanto. Al fin y al cabo, nos conocemos de poco más de diez días y, por muy bien que nos lo hayamos pasado juntos, no soy tan imprescindible.

—Mi padre ha decidido que me voy mañana —suelto esa gran bomba que tenía guardada y alzo la mirada para ver sus reacciones. Tampoco hay mucho cambio en la cara de Koke, aunque sí que veo que ya no está tan ilusionado como segundos antes. Por otro lado, Morata hunde los hombros y se queda mirándome, como si estuviese esperando algo más—. Así que tenéis que jugar como nunca antes —intento animar el ambiente.

No se lo he dicho para desanimarlos, ni mucho menos. Tan solo es algo que necesitaba contarles, porque no puedo desaparecer de la noche a la mañana y porque he llegado a considerar a algunos cercanos a mí.

Álvaro vuelve a pasar su brazo por mis hombros y me da un abrazo, aún sin hablar, aunque no tarda en hacerlo.

—Los goles de hoy van por ti —bromea. Ahora su voz no transmite tanta preocupación.

—Ni lo dudes, Julia —Koke habla, aunque aún estoy ecerrada entre los brazo de Morata—. Voy a meter gol solo por ti.

No puedo evitar soltar una risa, a la vez que Álvaro se separa de mí: —Lo vais a hacer genial —les respondo, sobre todo mirando a Morata. Después de las críticas que está recibiendo, no me extraña que se encuentre de esa manera—. Y otra cosa —añado, antes de que se escapen—, ¿podríais decírselo al resto? No sé cómo...

Efímero - Pedri González, Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora