Julia
Han pasado dos días. Dos días desde que entrevisté a Pedri y todavía sigo sin creerme que esa conversación haya ocurrido. ¿Qué quería decir? ¿Es lo que estoy pensando o simplemente estaba bromeando? Preguntas como esta ocupan mis pensamientos constantemente y no puedo dejar de pensar en ellas. Claro que pienso que es un chico atractivo, y encima es de mi edad. ¿Y si él también piensa lo mismo de mí? Nunca me he considerado fea, aunque siempre he tenido algo de complejo con mi cuerpo por mucho que mis amigas siempre me han dicho que soy muy guapa, aunque tampoco puedo creerlas del todo. Al fin y al cabo, son mis amigas y es lo que van a decir por ello y por tal de no hacerme sentir mal. Pero a lo mejor sí que hay una posibilidad de que Pedri se sienta del mismo modo, al fin y al cabo soy la única chica adolescente que va a ver en un tiempo. No puedo decir que me guste, porque casi no lo lo conozco, pero no descarto ninguna posibilidad.
Hoy es el día del partido y, por primera vez y, creo que última, estoy nerviosa. Supongo que eso de acercarme un poco a los jugadores, aunque fuera solo por un día, ha hecho que empatice más con ellos y sienta sus nervios como míos.
Trato de entrar a desayunar pero hay demasiadas personas, supongo que nadie habrá podido dormir bien de los nervios, así que decido volver más tarde y darme un paseo por el jardín que sin duda se ha convertido en mi sitio favorito del hotel. Nunca hay casi nadie y eso da lugar a poder mostrar mis sentimientos.
Camino de un lado a otro nerviosa, incluso estoy apunto de chillar, pero entonces lo veo. El chándal de la Selección no le queda nada mal, pero igual en un futuro sí porque de todo lo que se está tirando de las mangas lo va a dejar grande. Es Pedri y puedo apostar que está muy nervioso.
—¡Hey! —chillo a lo lejos. La última vez me acerqué sin avisar y no salió bien.
El chico me mira extrañado, probablemente le sorprende que después de mi huida durante la entrevista le hable, pero es que no daba más de mí.
—¡Hola! —río y camino hacia él para no tener que continuar chillando. A su vez, él también avanza hacia mí—. ¿Qué haces aquí?
—Eso mismo digo yo, ¿tienes miedo de derramar café encima de mi padre y que no te saquen de titular? —bromeo, incluso río un poco, pero a él no le parece dar risa. Joder—. Perdón, yo...
—Da igual, es normal que hagas esas bromas. Lo que no es normal es que yo me lo tome en serio —suspira y se lleva las manos a la cabeza—. Perdón, estoy nervioso. Soy el jugador más joven y siento como si tuviera que demostrar mucho más que los demás. Tengo que hacer ver que no soy un simple niño y que valgo, pero mi cabeza no me lo pone fácil.
—Te entiendo, ser los jóvenes no es guay. Siempre va a haber una comparación más mayor y mejor que nosotros a ojos de todos. Pero tío, tienes 18 años y estás jugando en el Barça, ¿cuántos de tus compañeros podían decir eso a tu edad? ¡Pues casi ninguno! Créetelo un poco —trato de animarle—. ¿Sabes mi truco para no ponerme nerviosa? Me imagino a todo el mundo desnudo —Pedri suelta una carcajada tonta, yo también lo hago—. Y si esa no funciona pienso en mí, en mis objetivos, en lo que quiero hacer y en lo que no, sigue habiendo presión pero ayuda a concentrarse y a ver qué tú estás ahí por ti y a quien te tienes que demostrar cosas es a ti y no a nadie más —Pedri me mira unos segundos. No sé si mi consejo será una mierda o le ayudará, pero al menos lo estoy intentando.
—¿Dónde ha quedado la Julia rebelde y mala? La echo un poco de menos —ruedo los ojos y suspiro.
—Pero vamos, que eres malísimo jugando —añado después de escuchar su contestación y él me saca la lengua.
—Muchas gracias, Julia —sonríe—. Me voy para dentro.
Pedri hace el amago de irse, pero antes deja un beso en mi mejilla que me deja sorprendida. Para cuando quiero decir algo, ya ha huido.