8.

189 27 12
                                    

Tokoyami había comenzado a percibir las rarezas en el ánimo de Shoto. Cuando este había llegado a la cafetería de la agencia, se había detenido un segundo en el marco de la puerta, como si temiera dar un paso al interior. Resultaba obvio que esperaba encontrar a alguien – las largas miradas que recorrían cada rostro presente desvelaban esta intención de dar con cierta persona – y Tokoyami supuso que el objeto de su búsqueda era Hawks. Dudaba que Shoto mostrase interés en cualquier otro que no fuese él.

Aquella semana de prácticas tampoco estaba empezando bien para Tokoyami; sus primeras horas bajo la dirección de Hawks habían transcurrido teñidas de impotencia y verde envidioso. Jamás había sentido aversión hacia ninguno de sus compañeros, y era precisamente por esto por lo que él mismo percibía en sí una sutil sensación de culpabilidad tras la repulsión que le suscitaba Shoto en aquellos momentos. Se cuidó de contener su desagrado cuando dicho muchacho avanzó hacia la mesa donde él estaba sentado, con clara intención de buscar la compañía y la conversación del único al que conocía dentro de aquel edificio. Los ojos de Tokoyami, obnubilados por su odioso estado de ánimo, le transmitieron la imagen de un Shoto más estúpido que nunca, que caminaba entre las mesas de forma basta y desvergonzada y cuya figura entera parecía recubierta de un patetismo doloroso.

Shoto, por lo que a él respectaba, no podía más que estar ardientemente decepcionado por la ausencia de Hawks. Había elaborado – el camino no había sido demasiado largo, pero su mente trabajaba a increíble velocidad – una sarta de escenarios, ordenados de más factible a más disparatado, que resultaban irrealizables sin Hawks. La verdad es que la mayoría de estos pertenecían más a una película que a la vida real, pero la imaginación de Shoto le había hecho albergar esperanzas contra su voluntad. Tomó asiento frente a Tokoyami sin siquiera plantearse la posibilidad de que tanta familiaridad pudiera incomodar a su compañero de academia.

Tuvo el tiempo justo para saciar su apetito con una comida ligera, suficiente para que su cuerpo dejase de protestar. Pese a sus esfuerzos, no pudo evitar ponerse nervioso ante la perspectiva del reencuentro – porque para Shoto, que había pasado la mañana imaginando el tacto de las manos de Hawks, verle después de un par de horas era un verdadero reencuentro – para cumplir con el deber de la tarde. Tendría que asegurarse de que su rostro fuese discreto y no desvelase ninguna de las bellas fantasías que había imaginado en soledad. Hawks le habría tomado por un loco, un desgraciado que mendigaba cariño, de haber sabido qué pasaba por su mente; y es que Shoto había adjudicado al amante incorpóreo de sus noches – aquel que se aparecía en forma de aire para susurrarle hermosas palabras – el rostro rapaz del héroe alado.

Había ocurrido tan instantáneamente que el propio Shoto se había regañado por su imprudencia; sin embargo, no era capaz de pensar con buen juicio cuando había tenido frente a él unos ojos que habían explorado su figura con tanta atención. El solo recuerdo de ello hacía que el muchacho se estremeciese. Así atrayente era la hermosura aguileña de Hawks.




Se reunieron finalmente con él poco tiempo después. No tuvieron que regresar al despacho, sino que salieron por la puerta principal y el hombre alado aterrizó graciosamente frente a ambos. El corazón que todos habían creído helado ardía ahora bajo el pecho de Shoto, quien, avergonzado, lo escondía. Quizá no lo hubiese hecho de haber sabido que Hawks volvía a recordar la deliciosa imagen del chico ruborizado. La comparaba secretamente con la impresión que recibía entonces de Shoto y comprobaba – con alegría para su corazón, pero desespero para su sentido común – que no había sido una ilusión óptica; Shoto Todoroki era una criatura fantásticamente hermosa.

Y Hawks, desatendiendo todos los prudentes consejos de su razón, había comenzado a desearlo. 

Intacto | ShotoHawks |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora