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El regreso a la agencia le resultó terriblemente vergonzoso a Shoto. Todo el traje le parecía agobiante en extremo a su cuerpo sudoroso y exhausto. Luchó en vano contra los húmedos mechones de pelo que se adherían de forma desagradable a su rostro e incrementaban la horrible sensación de angustia y repulsión que sentía por sí mismo en aquel instante. A su lado, Tokoyami se había retirado el manto oscuro, dejando a la vista el resto de su traje. Shoto pensó que la sofocación debía de ser mucho peor para él, que había corrido vestido completamente de negro bajo el Sol de mediodía – habían salido a patrullar hacia las nueve y era ya la una de la tarde – y había descansado a la sombra tan solo en pequeños ratos (aproximadamente quince minutos de alivio) intercalados en la patrulla. Ahora, recuperaban el aliento sentados en las escaleras de la agencia.

Hawks aterrizó frente a ellos con elegancia. El esfuerzo apenas se percibía en su rostro, que solo estaba levemente coloreado.

- Sois demasiado lentos, me temo.

Lo dijo con cierta sorna y dejó escapar una risa casi accidental. Tanto como Shoto había deseado unas horas antes tener su atención al completo, ahora deseaba que se fuera y le dejase solo con su humillación. Se sentía un ser lamentable y fastidioso a la vista. Había conseguido reducir a escombros en su primera patrulla cualquier prejuicio positivo que Hawks hubiera podido albergar sobre él. Bajó la vista hacia las escaleras, donde pequeños círculos oscuros indicaban los lugares donde habían caído gotas de su sudor. Quizá podría así tornar su cuerpo invisible y contener las lágrimas de malogramiento y bochorno.

Logró el efecto contrario, aunque él no lo supo. Hawks dejó de mirarles de forma socarrona y subió las escaleras con aparente tranquilidad. A cada nuevo peldaño, deseaba no perder el equilibrio y precipitarse desde dicho escalón al suelo por estar pensando en la expresión azorada de Shoto.

El muchacho era particularmente lindo, aquello no podía negarse. Su rostro llamaba la atención por los distintos colores que se yuxtaponían. Tenía el cabello coloreado de nieve y fuego y los ojos bañados de cielo y grisácea nube. La enorme quemadura en su lado izquierdo no restaba ni un ápice a su atractivo. Hawks había ignorado esos pensamientos durante su primera interacción, pero pensó que no podría refrenarlos si continuaba teniendo frente a él aquellas mejillas tintadas de rojo, que, con el brillo del ejercicio, le conferían a Shoto un aspecto fatalmente deseable.

- ¡Vamos, no os quedéis ahí! – les mandó, más como un consejo que como una verdadera orden.

Oyó cómo se ponían en pie y recorrían la distancia que les separaba de él.

- Todavía tenéis que instalaros, ¿no es así? – dijo -. Poneos cómodos. Tenéis una semana entera por delante. Bienvenidos a mi agencia.

Finalizó de hablar con otra pequeña risa despreocupada. Al entrar, en el vestíbulo, hizo un gesto a dos de sus empleados y les asignó la tarea de mostrarles a Shoto y Tokoyami dónde residirían durante sus prácticas. Se despidió con rapidez de ellos y desapareció de la vista. Una pequeña parte de Shoto se sintió decepcionada al verle irse, entristecida por verse desprovista de su presencia, pero el resto de él agradeció la oportunidad de distender su mente y cuerpo.




Shoto no había traído consigo demasiadas pertenencias. Había conseguido hacer que todo entrase dentro de la bandolera que usaba habitualmente. Colocó tranquilamente la ropa en el armario de madera clara, que ocupaba la totalidad de una de las paredes.

La habitación era similar a las habitaciones de cualquier hotel medio. Había un corto pasillo de entrada – en el que estaba situada, a la derecha, la puerta para acceder al cuarto de baño – y, tras este, la habitación se abría en un amplio espacio cuadrangular. La cama tenía suficiente espacio para dos personas y estaba cubierta con una sábana encimera de color beige. El cabecero de la cama, al igual que el armario, el escritorio y la silla, era de madera de tono claro. La estancia despedía un aire de sencilla comodidad que agradaba a Shoto, a pesar de que no tuviera posibilidad de disponer de una habitación con tatami y decorada de forma tradicional. Su casa estaba decorada de esta manera y, por consiguiente, encontraba sumamente difícil concentrarse o relajarse en una habitación que no cumplía con dichas características.

Tomó también una ducha rápida para librarse de los restos de sudor en su piel y pelo. Se sintió refrescado, aunque sabía que tendría que ponerse de nuevo el traje, que continuaba estando húmedo. No había tiempo suficiente entre el fin del turno de mañana y el comienzo de la actividad vespertina como para lavarlo. Shoto ni siquiera estaba seguro de si ofrecerían ese servicio en la agencia. Supuso que sí, puesto que, habiendo una zona habilitada como residencia, tendría que haber - si habían sido coherentes a la hora de construir aquella planta – algún tipo de servicio de lavandería. En caso negativo, Shoto pensó que podría llevar el traje a un establecimiento cercano, donde él mismo se ocuparía de que el mono estuviera dispuesto para la mañana siguiente.

Todavía no quería arruinar su nueva sensación de frescura y liberación. Se puso unos vaqueros y una camiseta de color blanco, recuperando parte de su confianza en sí y liberándose de la repugnancia que había sentido hacia su propia figura.

Sintió una punzada de hambre. Debía recuperar toda la energía que su patrulla infructífera le había arrebatado. Salió de la habitación y, guiado solo por su memoria, trató de llegar hasta la cafetería de aquella enorme construcción. Recorrió los pasillos de la planta en la que se encontraba hasta llegar a los ascensores. Su apuesta era que la cafetería se encontraba en la planta baja, así que allí se dirigió.

Se comenzó a arrepentir de su decisión al notar las primeras miradas sobre él. Los arañazos de una creciente inquietud y la agitación de sus nervios las acompañaron. Se percató con horror de que el resto de empleados seguía portando su traje de héroe. Él parecía un simple civil – desprevenido y desarmado en caso de que hubiera un ataque – entre aquella marea de vistosos equipamientos. De nuevo se sentía un inepto; el interno inepto de Hawks. Shoto no sabía si le miraban por su ropa sencilla o si quizá fuera por su deplorable actuación en la mañana. Ni siquiera estaba seguro de que le estuviesen mirando en realidad. Puede que tan solo fuese una impresión de su mente intranquila, que le hacía pensar que toda la agencia podía escuchar cada uno de sus estruendosos pasos y ver cómo avanzaba de manera patéticamente torpe.

No soportó durante demasiado tiempo aquel Infierno de ardiente vergüenza que él mismo había creado y regresó con paso apresurado a la planta residencial.

Intacto | ShotoHawks |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora