Capítulo 5: Encuentro

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- Por favor, pruebe nuestra nueva marca de ramen, es delicioso.

Una sonriente empleada me ofreció una muestra en un pequeño plato desechable y no dudé en tomarla.

- De verdad, es muy bueno - dije después de probar. La sonrisa de la chica se amplió para después comenzar a ofrecerme los productos que tenía enfrente animadamente.
- Si desea recrear el sabor, ésta es una de las salsas que usamos - me dijo señalando una de las pequeñas botellas. - En la compra de tres paquetes de ramen, pagará sólo la mitad del precio del producto. Es una oferta que durará sólo el día de hoy- dijo con entusiasmo.
- Bien, los llevaré - Tal vez podría variar un poco mi repertorio de comidas...

Tomé el paquete y continué mi recorrido por los pasillos del supermercado, buscando lo que faltaba de la lista que tenía en la mano. Era algo larga, hacía casi dos semanas que no hacía la despensa. Esta mañana al acercarme a la cocina, descubrí mi refrigerador ocupado sólo por un bote de leche casi vacío, dos solitarios huevos y un limón seco. Podría haber sucumbido a la inanición y ni siquiera me habría dado cuenta.

Ya que era sábado, había decidido también poner en orden mi departamento. Así que después de comer un ligero desayuno; demasiado ligero en realidad (una tortilla de huevo con algo de arroz y un batido), hice el aseo, lavé toda la ropa acumulada y me dirigí al supermercado.

Me hacía demasiado bien mantener mi mente ocupada en algo, ya que aquel asunto con Kohaku aún me tenía dando vueltas en la cabeza. Miles de mensajes y llamadas perdidas que no contesté adrede me tenían inquieta. No quería hablar con él, ni siquiera verlo. Simplemente lo que pasó... Me había dejado completamente decepcionada y aterrada. Pero una parte de mí sabía que tarde o temprano debía enfrentarlo y ni siquiera tenía claro qué debía decirle. Suspiré y regresé a la lista en mi mano.

Estaba a punto de girar el carrito de compras hacia el siguiente pasillo, cuando choqué inesperadamente contra otro que venía en el sentido contrario.

- Oh! Discúlpeme, por favor, no me di cuenta - me apresuré a decir rápidamente.
- ¿Rin-chan? ¿Eres tú? - escuché decir a una voz familiar.
- ¿Kagome? -
- ¡Rin-chan! ¡Cuánto tiempo sin verte! - dijo rodeándome en un abrazo que me dejó casi sin aliento y yo tampoco pude evitar abrazarla de regreso con mucho entusiasmo. No podía creer que realmente era ella.- De verdad no has cambiado nada, tan distraída como siempre. - dijo alejándose para verme.
- Jajaja Eso creo. ¿Cómo has estado, Kag? Pensé que te habías mudado a Inglaterra...
- Así fue. Ya sabes, por lo de mis padres... Pero decidí regresar hace apenas como un año.
-¿Qué? ¿Y porqué no me llamaste? Pude haberte ayudado con la mudanza...
- Lo intenté. Pero sólo tengo tu número de estados unidos y jamás me contestaste los mensajes en tus redes sociales - dijo haciendo un puchero.
- Oh!, perdóname. Casi no los uso - sonreí apenada. Tal vez debería abrir esas aplicaciones más seguido...
- Bueno, te perdonaré sólo si me invitas un café - me dijo guiñando un ojo.
- Claro que sí, Kag.

Quedamos de acuerdo de vernos esa misma tarde, después de terminar las compras y llevarlas a nuestros respectivos hogares. Me alegraba muchísimo volver a ver a Kagome. Ella había sido mi compañera de cuarto en la Universidad, allá en Estados Unidos. Y era una fortuna, ya que ambas éramos japonesas, aunque nunca coincidimos antes de eso. Ella era originaria de Tokyo y yo había vivido en Kyoto desde que tengo memoria.

Ingresé a la Universidad de Harvard con una beca, y siempre me la pasaba entre clases y trabajos de medio tiempo para costear mis libros y gastos personales. Apenas tenía tiempo para estudiar y ella siempre me prestaba sus apuntes o se quedaba conmigo hasta tarde repasando los temas. Era una de mis mejores amigas... por no decir que la única. Me hacía sentir en casa, ya que hablábamos nuestro idioma en el dormitorio y rara vez consumíamos comida americana. Decidimos comprar una arrocera y cocinábamos nuestras guarniciones en la cocina de la cafetería de la universidad.
Kagome era realmente genial, siempre me ayudaba en todo lo que podía. Incluso una vez pagó los boletos a Japón cuando no pude costearlos y había estado a punto de quedarme en Estados Unidos sola para Navidad.

Inevitablemente, túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora