VIII - Juego peligroso

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Tengan, lo hice con mucho cariño para que fangirleemos todos juntos.

VIII – Juego peligroso

Miraba a otro lado lo más discreta posible, se preguntaba si en un lugar como ese (que pertenecía a la familia Kaiou) habría conocidos de Darien y, si la reconocerían de la fiesta en la que anunciaron su nombramiento, qué dirían de verla ahí con un muchacho.

– Tranquila – dijo él como si supiera que algo le preocupaba – Es sólo una reunión de negocios.

Ella lo miró y trató de relajarse. Sí, estaban ahí para trabajar; nada más. No había nada de malo en eso ¿cierto?

– Pero primero, vamos a comer algo; muero de hambre – habló con un tono más despreocupado. Alzó la mano para que el mesero se acercara y comenzó a pedir comida como si no hubiera mañana.

Serena pensó que era un aprovechado por abusar de la hospitalidad de Michiru Kaiou; sin embargo, cada cosa que mencionaba él hacía que su estómago despertara, incluso se expresó con un gruñido de hambre en cuanto el mesero le preguntó si deseaba algo. Ella se limitó a pedir una ensalada que se veía bastante bien aunque un poco minimalista.

– Bombón, deberías comer bien, si no eres un conejo – se burló él en cuanto la chica recibió su comida, mientras él ya empezaba a comer una pasta que se veía más que apetecible.

– No seas grosero conmigo. Además estamos en un lugar público y muy refinado, no es propio que una chica como yo coma de otra manera –  dijo. Y es que en las ocasiones que salía a cenar con Darien, trataba de comportarse lo mejor posible. Ya era una costumbre.

Seiya miró alrededor – No creo que a estas personas les importe mucho lo que comes o cómo lo haces... Y si es así, qué lástima por ellos que no tienen algo mejor que hacer.

Él continuó degustando y a Serena se le escapó una pequeña risa al imaginar que Seiya tenía un agujero negro en el estómago al comer así. Aunque ella reconocía que cuando era una adolescente, también comía sin remordimientos, incluso Rei se burlaba de ella diciendo que tenía una pierna hueca para comer de esa manera.

Pero esos eran otros tiempos.

Y a pesar de que todo lo que había en la mesa le estimulaba el hambre, la chica se sintió orgullosa de no ceder ante el antojo y mantener sus modales intactos.

Sin embargo, el mesero nuevamente se acercó a ellos para ofrecer un postre. ¡Un postre! su gran debilidad desde que era una niña. Y entonces Seiya pareció notar que ella dudaba en pedir algo o no, así que se tomó el atrevimiento de pedir dos rebanadas de dos pasteles diferentes, uno para cada uno.

– No es bueno que te quedes con las ganas de algo – le dijo en cuanto llegaron ambas porciones de postre – Tu cara no miente y no puedes decirle que no a alguno de estos dos deliciosos pasteles.

– Bueno... – ella pareció dudarlo y es que Seiya estaba poniendo ante ella toda una tentación. Los dos postres se veían deliciosos: uno de chocolate y otro de fresas – Tal vez podría... – y dudó un poco – Pero tú decide, yo me quedaré con el que no quieras.

– ¿Sabes lo mal que se escucha que prefieras lo que otros no quieren en lugar de que tomes lo que deseas?... Pues te quedarás sin postre, quiero los dos.

Y antes de que él procediera a apartarle ambos platos ella no pudo evitar casi gritar – ¡No!... – inmediatamente se avergonzó de su comportamiento – Es decir, no deberías comer tanto, así ya no le vas a gustar a las mujeres – declaró y con destreza tomó el pastel de chocolate, siempre fue su favorito.

El destino se equivocóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora