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'YES, MASTER'
En el momento en que había escuchado: 'El que pierde, tiene que cumplir el capricho del otro', Kenma sabía que había acabado sentenciado a un hermoso baile de ensoñaciones enamoradas, que la alegre ——y poco—— inocente Serena, poseía en aquel alocado cerebrito que siempre tiene una idea más estúpida que la otra. Más aunque supiera de sobremanera aquellas boberías que la chica se traía en esa psiquis con cuestionable estado emocional y sentimental, jamás hubiera soñado con algún momento en que ella le ganara en aquel juego. Y aún así, su Princesa Peach, fue segundo lugar, luego de aquel Donkey Kong, que aparecía premiado en aquella pequeña pantalla, logrando que por un segundo sus ojos quedaran perdidos en algún punto. Si, el grandioso Kenma había perdido contra su novia por primera vez en la vida. Nunca quiso que se sintiera menor por dejarla ganar, así que como cree en sus capacidades, la dejó ser hasta que aquel día llegó. La fémina por un momento no comprendió que había sucedido, y guio sus ojos al joven, en total desorientación. Los ojos de ambos se apegaron cantores, él solo sonrió, y como hincha en partido, dio un grito al aire dejando toda la emoción detrás de su persona.
Ahora bien. ¿Qué era aquella bolsa rosa sobre su cama?. Dio una mirada intrigada y con temor hacía la fémina, teniendo muchísimo miedo de lo que se hallaba allí dentro.
— Es mi capricho.
— Tengo miedo.
— Ni lo viste.
Dio una gran bocanada de aire, y con los ojos cerrados abrió aquella bolsa mágica. Y lo que encontró lo dejó con la cara más seria que nunca antes había puesto. Sabia que su novia solía ser una idiota impulsiva...no sabia que lo era tanto así.
— No.
— ¿Qué te cuesta?.
— No.
— Lo prometiste.
El suspiro cansado del joven salió de forma hastiada. Más encontrar aquella carita desilusionada, se sintió impotente, no podía ir en contra de lo que su reina y soberana le dictaba, ya que si lo hacía, terminaría en su cuarto una semana por haber hecho llorar a la fémina. ——aquello ya había pasado ese mes——.
— Date la vuelta. No quiero que me mires mientras me cambio.
La chica sonrió en alegría y se cubrió los ojos para darse vuelta y mirar la pared.
En sus oídos se adentraba el sonido de las prendas de ropa que se acariciaban entre si, haciéndola Imaginarme mucho más lo que quería ver. Terminando en ensoñaciones arraigadas a la idea de conectar su cuerpo con el del joven, pero esta vez, mientras este posee aquella prenda en galantería interesante e hipnótica.
