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'¿A QUÉ JUGAMOS?'
Se meció sobre el atardecer, mientras caminaba junto al joven, era su mejor amigo; y planeaban pasar un fin de semana entero entre películas y juegos de mesa ——aquellos aburridos, pero ellos los convertían en algo muchísimo mejor, siempre—— más los chistes internos que siempre se contaban, obviamente todo aquello no lo harían solos, claro que no, ¿Cómo dejar de lado a aquella dulce chica que siempre la trato como su hermana menor?; Alisa siempre cuidó de ella ——no tan sobreprotectoramente como el más alto—— pero siempre estuvo a su lado y la contuvo en sus peores momentos.
— ¡Shiemi-chan! — Exclamó en alegría plena la de ojos verdes.
Juró por un instante que se podría perder fácilmente en aquellos ojos esmeralda, haciendo que su corazón latiese un segundo. Los brazos de la de pelos claros, la encerraron en un apretujón amoroso, y no era por el paso del tiempo, había sido justo ayer cuando almorzaron juntas.
— Trajimos helado — Dijo el alto joven, mostrando una bolsita blanca.
Se sentaron en una mesita ratona que tenía el chico en el centro de su habitación, y comenzaron a degustar aquel delicioso alimento, dulce y congelado.
— ¿Cómo estuvo el club?.
Preguntó la más grande mientras peinaba el cabello de su pequeña amiga, muy pequeña a decir verdad, ella era muy baja a comparación de los Haiba, ¿y quien no?, eran dos gigantes reencarnaciones de Afrodita, eran literalmente perfectos a comparación a ella, una chica cualquiera, de cabellera castaña y ojos almendrados color chocolate, sin olvidar aquellas pecas por su rostro y su baja estatura ——muy baja estatura—— el casi albino algunas veces la comparaba con un gnomo o de combo burlaba a Yaku y a ella, diciendo :"Es increíble que seas más bajita que Yaku, seguro se siente alto junto a ti", y así eran sus bromas, ya a veces la cansaba, pero entendía que si ella fuera la alta, haría lo mismo que él.
— ¡Estuvo genial! — Exclamó el que seguramente tenía sangre de gigante en sus genes — Que Shiemi sea mananger es lo mejor que sucedió — Dijo con una sonrisa, que hizo que la chica de cabellera castaña suspirara como una joven la cual se encontraba enterrada en terrenos enamoradizos.
— Me alegro mucho — Exclamó contenta la mayor, mientras llevaba una cucharada de helado, a la boca de la de ojos almendrados, ya que esta estaba haciéndole unas trencitas que terminaban en una semi cola.
— Yo también quiero darle helado — Exclamó con sus belfos en forma de puchero el joven.
La chica tan solo abrió la boca en su dirección y el joven acercó una cucharada hacia esta misma, esbozando una sonrisa de satisfacción.
