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—No me sorprende que Potter haya sido seleccionado —dijo Daphne

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—No me sorprende que Potter haya sido seleccionado —dijo Daphne.

—¿Cuanto a que pierde alguna extremidad? —apostó Theodore.

—Te apuesto setenta a que sale ileso —aceptó Adelaide.

—Yo apuesto treinta a que sale con un trauma —bromeó Eros.

—Tú no entras en la apuesta —lo rechazó Nott—. Siempre ganas, no es justo.

—Odias que un niño sea más astuto que tú —dijo Adelaide.

—¿Quieren callarse? —Draco Malfoy se encontraba recostado en el sillón.

—¿Y a éste que le pasa? —preguntó Daphne.

—Está preocupado porque su novio perderá una extremidad en el torneo —lo molestó Eros.

—¡Eros, no digas eso! —lo regañó su hermana—. Harry no perderá ninguna extremidad.

—Tienes razón, saldrá con un trauma —continuó el menor.

—Me tienen harto —Draco se marchó hacia su habitación.

A la mañana siguiente todos despertaron de muy buen humor, en especial Draco Malfoy, pues este había inventado su mayor orgullo.

—Te doy diez galeones si usas una de estas —Draco le ofreció una insignia de "Potter apesta" a Eros.

—Hecho, pero solo porque combina con mi uniforme —aceptó el chico.

—Solo días, porque buenos están los chicos de Beauxbatons —apareció Adelaide en el Gran Comedor.

—No se que tienen de especial esos chicos —dijo Theodore.

—¿Bromeas? Son hermosos —dijo Eros.

—No sabia que te gustaban los chicos —dijo Adelaide—. ¡Soy una hermana orgullosa!

—No me gustan los chicos, solo se apreciar la belleza de las personas en general —aclaró el menor de los Avery.

—Pues entonces que decepción —bufó Adelaide.

—Como sea... ¿Quieres uno de éstos? —Malfoy volvió a ofrecer una insignia, pero esta vez a Adelaide.

—Paso, no me gusta usar cosas que se enganchen en mi ropa, salvo que sea la insignia de prefecta.

—Soñar no cuesta nada Ad's —la molestó su hermano.

—¿No tienes nada mejor que hacer? —preguntó el rubio, mirando Eros—. Tenemos planes y no queremos a un chismoso hablando todo el tiempo.

—Fantástico, díganle al niño que se vaya... —se quejó el joven—. No te quiero ver besuqueando a mi hermana, Malfoy.

—¡Eros! —lo regañó su hermana, pero este no hizo caso alguno y siguió su camino—. ¿Por qué siempre tiene que hacer esos comentarios? Es incómodo.

—¿Te es incomoda la idea de besarme? —preguntó Draco.

—Bueno, no me parece la mejor idea del mundo.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Solo que... eres mi amigo y no lo se, sería ¿raro? —no sabía como explicarlo.

—Por supuesto, somos amigos, solo eso —finalizó Malfoy—. Tengo que irme.

Y dicho esto se marchó del lugar.

—Eso fue raro —Adelaide miró a Theodore, quien observaba la situación divertido.

—No para mi —soltó sin importancia el chico.

—¿Tú sabes algo que yo no? —cuestionó la castaña.

—Querida Addy, se muchas cosas que tú no...

—¿Entonces me dirás?

—No. ¡Nos vemos! —se fue en busca de su platinado amigo.

Era el desayuno, por lo tanto todos los estudiantes se encontraban en el Gran Comedor, o en el peor de los casos; durmiendo, lo cual significaba que la mayoría de los corredores se encontraban plenamente desiertos, lo cual fue un alivio para Malfoy.

Draco tenía una extraña sensación en el pecho, al principio creyó que era un malestar físico, por lo que optó por ir a la enfermería, pero instantáneamente le pareció algo totalmente ridiculo, entonces... si no era algo físico ¿qué demonios le pasaba?

Jamás había experimentado tal sensación, su mente era un caos, no era capaz de conectar sus ideas correctamente, pero sin embargo logró darse cuenta de que esa sensación sólo aparecía cuando recordaba las palabras de Adelaide, ¿tan malo sería para ella besarlo?

Draco Malfoy jamás se consideró un chico inseguro; al contrario, siempre demostraba estar orgulloso de quien era, y de cómo era, usaba su belleza e intelecto a su favor, y no lo disimulaba en absoluto. Pero el hecho de imaginar que Adelaide sintiera incomodidad a que lo relacionaran con él de manera romántica hacía que todo lo que pensaba anteriormente de sí mismo se derrumbara, ¿qué había de malo en él?

Solo podía pensar en como ser suficiente para su amiga, quería agradarle, incluso más de lo que lo hacía actualmente, quería su aprobación tan desesperadamente que se sintió un completo idiota.

Y entonces recordó las conversaciones con su madre. Tal vez ella tenía razón, tal vez Draco estaba empezando a sentir algo más que una amistad hacia Adelaide, pero ¿como iba a controlar la situación?

No quería guardar sus pensamientos, pero tampoco quería arriesgarse por unos sentimientos que ni siquiera él sabía que significaban.

Su mayor preocupación era Adelaide, no quería perderla, no después de tanto tiempo esperando a que ella entre a su vida.

Draco se posó sobre una pared en un pasillo vacío, y se deslizó hacia el suelo, hasta quedar sentado, Por un instante su mente se aclaró, y pudo pensar pacíficamente...

Adeladie siempre había llamado su atención, desde aquel primer momento en que la vio, sentada sobre ese horrible banquillo con el sombrero seleccionador en su cabeza, esa niña lo había cautivado con su belleza y su forma de ser, tan segura y orgullosa, jamás imagino que ella se volvería una de las personas con más impacto en su vida. Y pensó en aquella vez en el tren, en el instante donde se volvieron amigos, Draco quería aplaudir de la felicidad que había sentido, pero por supuesto jamás abandonaría su dignidad tan fácilmente.

¿Por qué era tan difícil entender sus sentimientos? o mejor dicho, ¿por qué era tan difícil aceptarlos? Tal vez tenía miedo de no ser correspondido o de arruinarlo todo.

Estaba totalmente negado a ceder, incluso sabiendo que se tragaria su orgullo por ella, porque el tenerla a su lado era la cosa más valiosa que podría imaginar, a estas alturas no podía ni siquiera pensar un mundo en donde fueran extraños el uno para el otro. Haría lo que fuera por esa chica si eso significaba su bienestar, abandonaría todo solo por mantenerla a salvo.

Y finalmente lo admitió...

—Maldito enano... otra vez tenias razón —maldijo a Eros—. Me gusta Adelaide.

𝗧𝗵𝗲 𝗮𝗺𝗲𝘁𝗵𝘆𝘀𝘁 𝘄𝗮𝘁𝗰𝗵 (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora