𝗧𝗵𝗲 𝗮𝗺𝗲𝘁𝗵𝘆𝘀𝘁 𝘄𝗮𝘁𝗰𝗵 (Draco Malfoy)

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Todos se levantaron tarde el 26 de diciembre. La sala común de Slytherin se encontraba más silenciosa de lo que había estado últimamente, y muchos bostezos salpicaban las desganadas conversaciones.

Los ojos de Adelaide volvieron a encontrarse tan apagados como en el pasado y ella se excusó en que no había dormdo lo suficiente porque se encontraba ansiosa.

Draco y Adelaide parecían haber acordado la ley del hielo, pues ni siquiera se miraban el uno al otro; el primer mencionado por vergüenza y la segunda por enojo, más el tema de su disputa rondaba por la cabeza de ambos.

Theodore y Adelaide pusieron al tanto a Eros sobre lo sucedido la noche anterior, pero el pequeño parecía ni siquiera un poco sorprendido por el chisme.

—Bueno, ya me lo imaginaba —dijo encogiéndose de hombros—. Sabía que era un imbécil desde el momento en el que lo conocí, además de que siempre ha sido muy egoísta con todos y busca solo el beneficio propio cuando se trata de su futuro o de sus emociones. Pero no dije nada porque quería evitar problemas, aunque todos sabemos que después de esto Malfoy tendrá que dormir con un ojo abierto.

—Cuando lo conociste tenías nueve años —replicó su hermana.

—¿Y? Era un niño muy observandor.

—Eros, acabas de cumplir 13.

—Más sabiduría entonces.

Daba la impresión de que a Adelaide le hubiera gustado dar una respuesta mordaz, pero tal vez no quería empezar otra discusión, porque se contentó con negar con la cabeza cuando Eros no la veía.

—Ten —extendió una carta el niño.

—Es de mamá —dijo Adelaide.

—¿Eso es bueno o malo? —preguntó Nott.

—No lo se...

Hola mi princesa.

Tu hermano me envió una foto de ti con el vestido, y te ves rimbombante, incluso estoy segura de que fuiste la jovencita más hermosa de la fiesta, junto a ese apuesto chico rubio, al que por cierto me gustaría conocer algún día, por lo que me contó tu hermano, se ve que es un muchacho muy carismático.

Por otro lado, lamento lo que pasó con Malfoy, ese mocoso deberá vérselas conmigo y mis sermones cuando venga a casa.

Se supone que como madre debo darte un consejo sobre estas situaciones, asique lo haré con gusto... mi consejo es; un puñetazo.

No, lo siento, eso no estuvo bien, no debes golpear a nadie (a menos que sea necesario). Solo digo que; debes conservar tu orgullo y dignidad intactos, nunca dejes que nadie pase sobre ti, eres fuerte y poderosa, debes hacerte respetar y valer por ti misma.