Capítulo 5: El Lobo solitario... Parte I

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- tienes veinte minutos Kamado, después de eso seguiremos nuestro camino... y más te vales no alejarte mucho del carruaje – la advertencia salió con total molestia, Haganezuka no ocultaba su molestia.

Después de todo llevaban ya tres días de viaje, encerrado en una pequeña carreta con un niño al que no le agradaba... Tanjiro se había abstenido de preguntar qué tan lejos estaba su destino o siquiera quejarse de su cuerpo sentido. No quería que el hibrido le usara como tiro al blanco de sus cuchillos artesanales.

Afortunadamente, para el Kamado, la carreta se atascó en medio de la ruta y necesitaron bajarlos para poder moverla, lo que le dio oportunidad a Tanjiro de estirar las piernas un poco.

Totalmente obediente a las órdenes del castor no se movió mucho de su posición, observando a los dos transportista que manejaron todo el tiempo mover esa pesada carretilla entre ellos dos solamente.

Eran fuertes, un par de humanos no podrían lograr eso por si solos.

Supuso que era una de las grandes diferencias entre los híbridos y los humanos. Su fuerza casi animal, sus cuerpos dotados de músculos asombrosos e inalcanzables para un ser humano como él.

Tal vez por eso se les temía.

- es una estupidez – se dijo para sí entre una sonrisa, recordando a los Rengoku y su trato. Lo absurdamente lindo que era Senjiro y lo torpe pero de amable corazón que era Rengoku-san.

Sí, no todos eran de temer.

Una corriente de aire atrajo un aroma metálico, fuerte y desagradable, para cuando se dio cuenta ya era arrastrado por un molesto Haganezuka directo a la carreta.

- bien... suficiente, es hora de irnos – empujo rápidamente a Tanjiro mientras daba ordenes iracundo. – muévanse... ¡rápido! -

Mientras los demás obedecían y ponían en marcha el hibrido termina sentándose con mucha molestia, quitándose la máscara, revelando un ceño fruncido y un rostro marcado por una garra. Sus heridas a simple vista se veían escandalosas, pero el parecía que no le importaban mientras se hacía un torniquete en su brazo y pasaba un trapo por un corte.

- Haganezuka... ¿está bien?... yo le ayudo – pero el mayor lo aparto con molestia, dándole un gruñido de advertencia.

- no pasa nada... es solo un par de rasguños. Me caí – era un mal mentiroso. – Es mejor irnos lo antes posible -

En definitiva un "no pasa nada" no eran las palabras correctas, aun así Tanjiro entendió que no debía probar la paciencia de aquel hombre, en especial porque sus preciados cuchillos habían descendido de número y algunos también tenían manchas de sangre.

Haganezuka jamás admitiría que había sido atacado.

Y tal vez... solo tal vez, había sido su culpa.

Alguien más salió herido, por protegerlo.

-.-

Su llegada a la segunda residencia fue muy diferente, comenzando con que estaban dentro de un monte. Según el castor, el Monte Sagiri era propiedad del clan de lobos más fuerte de todo el imperio, el clan Urokodaki, un clan antiguo y respetado por muchos años.

- debes saber comportarte niño... nada de ir agarrando orejas y colas por allí – le advirtió. – al menos que quieras que te arranquen las manos de un mordisco –

Tanjiro se avergonzó.

- no sabía que eso no se podía hacer – aun recordaba con vergüenza todos los insultos que el padre de Rengoku le echo a la cara.

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