Capítulo 3

148 10 11
                                    

Dos días habían pasado desde la borrachera por la cual Afrodita tuvo que prometer no ir a Dangerous de nuevo con los chicos, o al menos no sin alguien más de su grupo para evitar que Calliope le diera lata a Hera por el tema de nuevo, porque sí, la tía de su amiga se había enterado de lo que paso ese fin de semana a pesar de todos los esfuerzos de la rubia.

Afrodita podía casi decir que todo marchaba bien sino fuera por los sueños que la seguían atormentando y que la mantenían despierta casi toda la noche, como en ese momento desde que no había podido volver a descansar desde las cuatro de la mañana.

Se suponía que debía ir al instituto en media hora, pero sus ganas eran nulas y el clima tampoco ayudaba.

Cuando el cielo se nubla y no llueve es porque hay un corazón que espera en la orilla del mar por su amor solía decirle su padre.

Desde que podía recordar su papá había sido un romántico empedernido y encontraba el amor en cada cosa, momento, lugar que podía apreciar.

Afrodita siempre supo que esa era una manera de su progenitor de tener a su madre presente, por lo que le había contado ella había sido una persona que apreciaba la belleza en todo y a todo. Por una época la pelirroja pensó que a pesar de la desgracia que le arrebato a su madre, ella fue así debido a su nombre, Venus, y creyó que tendría su suerte en el amor.

Una idea estúpida. El amor solo sirvió para dañarla en cada oportunidad que encontraba.

Claro, ella era responsable de la mayoría de esas heridas. Su terquedad de querer recuperar algo perdido la había llevado a lastimarse a sí misma; sin embargo, no podía decir que se arrepintiera, después de todo nadie podría decirle que no lo intento cuando hizo todo en sus manos para solucionar algo que ni siquiera era su culpa.

Ninguna gota pensó acercándose a la ventana de su cuarto y mirando hacia fuera.

Cuando el cielo se nubla y no llueve es porque hay un corazón que espera en la orilla del mar por su amor volvió a resonar en su mente formándose una idea, pero ¿Sería capaz de hacerla? Y de ser así ¿Podría soportar la decepción de si no era lo que pensaba?

Afrodita estaba bailando demasiado al borde de un acantilado imaginario, tentando al peligro, que en ese momento era ver cuánto dolor más podía soportar.

Un trueno retumbo y la pelirroja no se inmuto ante el sonido, cansada regreso a su cama y prendió su laptop buscando una película que pudiera ver y que la ayudara a mejorar su estado de animo.

Ella no se iba a derrumbar por unos sueños, una amistad imposible o un amor no correspondido, no. No había llegado aún a ese punto, todavía tenía de donde sostenerse.

***

Afrodita iba a estallar, aunque lo intento no pudo quitarse esa soledad con la que se había despertado y tener a Hera frente suyo exigiéndole respuestas no era precisamente lo que buscaba.

—Afrodita.

—¿Qué?

La chica suspiro ante su respuesta— ¿Cómo quieres que te ayude si no confías en mí? —le preguntó y la pelirroja se sintió mal.

Su amiga siempre había estado para ella, en las buenas y las malas, en las que las necesitaba y en las que no por lo que ser así con Hera no era su actitud normal; sin embargo, no podía evitarlo.

—¿Paso algo con ellos? —le preguntó la rubia con cautela evitando decir los nombres de dos personas por las que por lo general se ponía así.

—No ha pasado nada con ellos —le dijo, y eso era lo más raro.

Desde hace días no se cruzaba con ninguno de ellos por ningún lugar, lo que era bueno para su salud mental y actitud masoquista, pero a la vez era raro.

Afrodita [Olímpicos mortales #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora