Epílogo

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Artemisa estaba molesta con su hermano después del número que le había montado defendiendo a Afrodita, aún después de haberla visto matar a Aura, una de las chicas que era su responsabilidad para tratar y que al igual que con Calisto le habían quitado esa oportunidad, la oportunidad de redimirse.

—¿Puedes quedarte quieta un jodido segundo? —le reclamó Hefesto molesto y la pelinegra se giró hacia él deteniendo su caminata en la parte trasera del patio.

Su amigo había estado muy callado luego del enfrentamiento con Afrodita y aunque eso la preocupaba le calmaba, al menos un poco, el que no se hubiera alejado de ella.

Él era la única persona, además de sus cazadoras, en la que se veía capaz de confiar en ese momento.

—¿Por qué no me dijiste nada?

Sabía que el chico también necesitaba respuestas, y quería oírlas de ella.

—No se supone que lo hagamos, cada uno debe descubrirlo por si solo.

—¿Entonces me estás diciendo que Athenea, Hera y quién sabe quién más supieron la verdad por su cuenta?

—Sí —le respondió mientras dentro suyo maldecía a Afrodita por haber enviado esas cartas con todo lo que había pasado y delatando a todos y cada uno de los que sabían la verdad.

Hefesto negó y la tensión aumentó en el ambiente mientras se ponía de pie.

—¿A dónde vas? —le preguntó la pelinegra al verlo dirigirse hacia el muro que varios utilizaban para escaparse.

—Hera y Athenea no vinieron a clases.

—¿Y?

—Y voy a buscar respuestas que obviamente tú no me vas a dar —le dijo el chico y Artemisa gruñó.

—¡No es que no quiera! ¡Es que no las sé! —admitió.

—¿Cómo que no las sabes? —le preguntó Hefesto como si no le creyera— Recuperaste tus recuerdos hace días, tuviste que... Dime que no es cierto.

—¿Qué no es cierto? —preguntó Artemisa con miedo ante el tono de su amigo, como si estuviera rindiéndose con ella.

—Artemisa te conozco mejor que nadie, creo que él único que me supera es Apolo —le señaló el moreno y la sola mención de su hermano le causaba desazón— Dime que no solo recuperaste tus recuerdos y te alejaste —le pidió— Dime que al menos te sentaste, pediste o exigiste una explicación para entender esto.

La pelinegra sintió como su corazón se relentalizaba ante esas palabras.

—Dime que no te alejaste y te fuiste con tus cazadoras al saber la verdad ¡Dímelo! —gritó y eso le dolió más que cualquier cosa aunque no lo mostrará.

Por lo que hizo algo que no hacía con casi nadie, bajo la maría y se quedó en silencio sin responderle tampoco.

—¡Responde!

—No me grites, Hefesto —le reclamó Artemisa— Las decisiones que yo haya tomado no te incumben.

Su amigo se rio y la miró como si estuviera loca.

—Hay mucho más de lo ves ahora y cuando lo entiendas, cuando recuperes tus recuerdos...

—¿Cuándo recupere mis recuerdos me voy ha sentir igual de culpable que tú? ¿Voy a buscar a Afrodita y pedirle perdón? ¿O me voy a alejar de todos dejándolos a su suerte?

—No entiendes.

—No, tú no entiendes —le reclamó Hefesto— No necesito tener mis recuerdos para saber que la jodimos a lo grande y que tenemos mucho que hacer para enmendar esos errores.

Afrodita [Olímpicos mortales #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora