Capítulo 25

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Las personas cambian todo el tiempo, los dioses cambian con más frecuencia que eso.

Nunca, durante milenios por más que cambiarán de apariencia siempre pudieron ser y hacer lo que quisieran, excepto en esa vida.

La amenaza de muerte sobre sus cabezas había hecho que cada uno tomará sus propias decisiones y lidiara con las consecuencias de ellas mientras vivieran, o trataran de mantenerse vivos.

Sobrevivir era una necesidad que Afrodita tomó muy enserio luego de sus secuestros. 

Nunca más seré la víctima se prometió subiendo a su auto.

Estaba saliendo de su casa cuando observo a Hera y Athenea en medio de la salida de su cochera. La pelirroja aún no entendía como era que después de que la vieron asesinar a Aura aún estuvieran buscándola, siguiéndola, queriendo hablar con ella.

Deteniéndose un momento midió la respuesta de ambas chicas al verla, pero ninguna revelaba nada en su actitud más que seriedad, por lo que Afrodita hizo rugir el motor de su Audi sin apartar la mirada de las personas que la traicionaron y sobre todo no confiaron en ella. 

Les dio demasiadas oportunidades hasta el final, incluso entendió cuando no confiaron en ella lo que sucedía con Hefesto, pero ocultarle su profecía por miedo fue la gota que colmo el vaso de agua y que inclinó la balanza en favor de la propuesta que le había hecho Orión.

¿Era lo correcto? Eso solo el tiempo se lo diría.

Hera arqueo una ceja en reto, por lo que Afrodita se molesto.

No eres capaz de dañarme. Entendió el mensaje en ese gesto, así que sin dudarlo arrancó el auto en contra de las chicas demostrando de lo que era capaz.

Athenea reaccionó lo suficientemente rápido y sacó a Hera del camino empujándola mientras ella seguía su camino alejándose de ambas.

—Estúpidas —gruñó presionando el botón que cerraba la puerta de su cochera.

Afrodita detestaba que siguieran detrás de ella, como si tuvieran que cuidarla, porque eso era lo que hacían, Ares era la prueba y en cualquier momento el chico iba a pagar el estarse metiendo en su camino.

Odiaba sentirse vigilada.

No soy débil se repitió mientras manejaba por las calles de su pueblo hacia su instituto y repetía lo sucedido.

Ella no quería hacerles daño, no aún, sus planes no eran esos todavía, pero si seguían insistiendo en meterse en su camino iban a lograr que actuará en contra suya para que entendieran de una vez que no había nada que la hiciera cambiar la decisión que estaba tomando.

—Necesito un respiro —susurró para sí misma mientras estacionaba su auto.

Quizá la bruja y Orión estaban en lo correcto, había movido las cosas demasiado rápido, pero dentro suyo sabía que era lo mejor porque si dejaba una pizca de duda sobre ella la considerarían débil y volverían a lastimarla, sobre todo las Eris. 

No necesitaba ningún tipo de don para saber que no estaban felices con ella, pero el poder que le había dado "la jefa" sobre ellas la hacía casi intocable.

La jefa. 

Afrodita aún no sabía quien era ella y Orión no estaba en pos de decírselo lo que la preocupaba bastante. El chico aún le ocultaba cosas, pero ella esperaría a que confiara en decírselo, ese sería su mayor logro, la confianza de la leyenda, del cazador.

Unos golpes en la ventana la sacaron de sus pensamientos y la pelirroja no se aguanto el gruñido de frustración que salió de sus labios.

¿Acaso necesitaba un cartel en su frente especificando de que lado estaba?

Afrodita [Olímpicos mortales #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora