Capítulo 12

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Afrodita nunca sintió el verdadero odio hasta ese momento.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que despertaron y empezaron a ser torturados, lo único que sabía era que las personas que los habían secuestrados sabían más de ellos que ellos mismos.

Todo lo que había oído a escondidas era cierto, de una manera dolorosa lo comprobó entre tortura y tortura confirmó que de hecho eran más fuertes y tenían un tiempo de recuperación al dolor rápido, quizá no como en los libros que solía leer hace años, esos donde los cambiaformas se curan con su cambio o gracias a sus genes.

Lo malo en ello era que las personas que querían dañarlos lo sabían y r los llevaban  hasta casi el borde de su resistencia dejándolos recuperarse por unos minutos antes de volver a poner los cables sobre distintas partes de su cuerpo y volver a comenzar con la tortura.

No importaba cuantas lágrimas y quejidos dejaran salir el monstro frente a él seguía y no se detenía ¿Lo peor de todo? Era que Afrodita vio a tres de las Eris cuando abrían la puerta al ingresar más agua que tiraban sobre ellos.

El retorcijón en su estómago por cada corriente solo hacía aumentar su furia y la pelirroja juraba que iba a cobrar venganza por el dolor que le estaban causando a ella y Apolo.

Apolo, el hermano de su ex mejor amiga, el chico que siempre iba a ella por consejos a escondidas, el compañero de travesuras de Hermes, el querido niño de Hera, el protegido de muchos de ellos, el chico que ahora apenas podía mantener los ojos abiertos con cada descarga, pero demostraba ser muy valiente y no se rendía ante ninguna de ellas mirándola con culpa.

Verlo sufrir dolía más que su propia tortura y lo peor era que no podía hacer nada por él. Eso la hacía sentir impotente e inútil.

Ella no era nada en comparación a Artemisa que para empezar nunca se hubiera permitido secuestrar o dejar que secuestren a su hermano. O Hera, que tenía a quien quisiera a su disposición para evitarlo. O Athenea que sabía luchar y hubiera buscado una salida.

Te necesito con una armadura invencible las palabras de Hera llegaron a su mente de la nada.

Su amiga siempre había pensado que era fuerte para afrontar lo que se le presentará y aunque en ese momento no se sentía para nada al nivel de las expectativas de aquellas palabras sabía que al menos debería intentarlo.

***

Al paso de las horas Afrodita fue consciente como su torturador personal se volvía aún más agresivo con ellos, pareciendo el peor maniático que alguna vez pensó ver en su vida.

No entendió el por qué de aquello hasta que unos golpes apenas sonoros llegaron a sus oídos con los gritos de desesperación detrás de ellos devolviéndole la esperanza que casi había perdido.

Habían llegado a rescatarlos. Estaban a punto de ser rescatados y solo una puerta se interponía entre ellos. Una. Maldita. Puerta.

Cada segundo el dolor se hacía menos soportable con el nivel de voltaje que ponían en cada una de las descarga y por un pequeño segundo Afrodita pensó que no lo lograría, que su fin iba a llegar a las puertas de su salvación, pero no fue así.

Escuchó el sonido de una explosión antes de que los gritos se hicieran presentes resonando haciendo que su cabeza quisiera estallar.

La pelirroja sintió como unas manos le quitaban la mordaza y la desataban bajándola de la silla.

Habían ido por ella.

Casi se siente aliviada hasta que vio como Hera se ponía frente a ella y le tapaba los ojos.

Afrodita [Olímpicos mortales #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora