Cuando Orión se estacionó fuera de su casa, Afrodita demoró en bajar unos minutos mientras miraba su hogar. El lugar donde se había sentido segura y fue su refugio hasta que la secuestraron.
—Ellos no van a volver por ti —le dijo el pelinegro y Afrodita bufó.
—Volvieron por mí una segunda vez ¿Por qué no una tercera? —le cuestionó sin esperanza de tener respuesta o al menos una que no fuera una mentira, después de todo tu secuestrador jamás te dice que vendrá por ti.
—No volverán por ti —aseguró Orion, pero ella no le creía— No vendrán más porque saben que tú irás a nosotros.
—Eso no va a pasar —la pelirroja estaba completamente segura de ello— El que tenga un corazón roto no hará que me vaya de a su lado.
La risita incrédula que soltó Orión le dijo que había mucho más de lo que creía, y quizá lo había, pero ella no quería saberlo, no quería decepcionarse más, por lo que, molesta se bajo del auto e ingresó a su casa; sin embargo, al hacerlo se quedó parada en la entrada mirando el desastre del lugar.
Caminando con cuidado alrededor tuvo sentimientos encontrados. Por un lado, la pena de ver su hogar en ese estado y por otro la rabia estaba queriendo consumirla por el mismo hecho.
Las ganas de llorar volvieron a inundarlas, pero se negó a derramar una lágrima más por lo sucedido. Ella era una diosa, una bastante poderosa y se negaba a seguir llorando; no estaba vencida, tenía personas a su lado que no la iban a abandonar y estarían con ella durante todo el camino. No tenía ninguna duda.
Con eso en mente fue a su habitación preparándose para hacer frente a otro desastre; sin embargo, cuando llegó fue todo lo contrario, o al menos no como se lo imagino.
Su habitación estaba casi en orden, sin señal de lucha o cualquier otra cosa.
Hera, nadie más que ella podía haber hecho aquello pensó y corrió hacia su mesita de noche donde había un teléfono inalámbrico.
Marcó el número de su amiga esperando a que contestará, pero no fue así. Por lo que lo intento tres veces más aún con el mismo resultado.
Afrodita empezó a preocuparse por eso y estuvo a punto de marcarle a Athenea hasta que el teléfono en su mano empezó a sonar.
—¿Aló? —contestó rápidamente.
—¿Afrodita? ¿Eres tú? —la pregunta desesperada en el tono de Hera casi hace sonreir a la pelirroja.
—Sí, soy yo...
—¿Cómo estas? ¿Cómo llegaste a tu casa? ¿Estás bien? ¿Qué pasó? —le preguntó con preocupación y quizá un poco de miedo que escuchó sus preguntas hizo sonreír a Afrodita en toda regla.
No estoy sola, se dijo. No estoy sola, se repitió.
—¿Afrodita? ¿Estas ahí?
—Sí, sí. Aquí estoy —le respondió— Y sí estoy bien —dentro de lo que cabe— Solo algo cansada.
Escuchó como su amiga discutía con alguien y aunque no podía saber quien era se notaba a leguas que no aguantaba a esa persona por su tono.
—Iré a tu casa ahora.
—No —la negativa salió de su boca antes de que pudiera pensar un buen motivo.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?... ¿Qué te dijeron? —le preguntó su amiga y la cautela en su voz al hacer las preguntas le confirmó lo que la bruja le había dicho.
Hera sabía la verdad acerca de ellos, de quienes eran en realidad.
¿Por qué ni confiaste en mí? ¿Por qué? Sabía que su amiga no necesitaría que le especifique el motivo, pero tanto como quería una respuesta también tenía miedo de la misma.
ESTÁS LEYENDO
Afrodita [Olímpicos mortales #3]
Fantasía"Las piezas de juego están cambiando" El dolor de los recuerdos y la traición golpean con fuerza. Un poder que todos aprenderán a temer y el tiempo que juega en contra. ¿Podrán superar una prueba más y mantenerse unidos? ***** Libro #3 de Olímpicos...