Paloma Blanca

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¿M-.. Marco? -Pronunció con sigilo y voz de recién levantada.

(otra vez este estupido sueño) -Pensó la chica mientras se retiraba del muchacho ahora dormido que la había estado acompañando y cuidando toda la noche mientras ella reposaba de su torpe caída.

Empezaba a sospechar que soñar aquello era la razón de su agotamiento durante el día.

La fiesta acababa de finalizar, las personalidades de palacio abandonaban la estancia en los carruajes para volver a sus residencias, bueno... también estaban los molestos borrachos quienes ni a las 8 de la mañana dejaban de armar barullo en el salón.

Aletheia se volvió a encontrar con sus padres, estaban en la puerta principal charlando con los monarcas y su supuesto prometido, los cuales ven atónitos a la chica bajar las gigantescas escaleras de mármol.

-Aletheia, ¿dónde estabas? -Dijo Carlos mientras acudía a la ayuda de la joven para la bajada de escaleras.
-Anoche no aparecías por ningún lado... Venga, tus padres te esperan para iros.

Tras despedirse, la familia Astra se dirigió a su domicilio situado al norte de la ciudad, en un barrio compartido por personas pudientes y plebeyos.

Y aún en el carruaje, en el interior de la cabina:

-Aletheia, ¿qué tienes ahí? -Comentó Bianca aún con malestar y mareos por beber en exceso.

-Anoche tropecé y caí contra el suelo, pero no te preocupes, la herida está curada y ya estoy mejor.

-No deberías de andar haciendo el tonto e infringiéndote heridas a un mes de la boda. -Intervino el padre despectivamente y sin levantar la vista mientras revisaba un cúmulo de documentos.

-Padre, fue un accidente, yo solo iba-... -siendo interrumpida por el cabeza de familia.

-Siempre estás despistada, concéntrate en tu deber, contraer matrimonio y honrar a tu familia.

-Ni siquiera has escuchado mi opinión al respecto, ¿Y si no quiero casarme?

-No necesito tu opinión ni tu permiso, harás lo que yo ordene, para algo eres mi hija.

El silencio se apoderó del carruaje hasta el final del trayecto.
Aletheia decidió que lo mejor era no discutir, siempre resultaría perdedora contra su padre.
Además, su madre y su hermana tampoco actúan nunca en consecuencia a los actos del patriarca.

Al llegar a la residencia, la familia se acomodó en sus aposentos, cansados por la suntuosa y extenuante fiesta acabada unas horas atrás.
A Aletheia sin embargo no le apetecía dormir, y para su sorpresa, su hermana tampoco...

-Aletheia, ¿te apetece dar un paseo?, podríamos ir a por algo de jabón aromático a la plaza y hierbas para el té.

La joven aceptó la propuesta de su hermana menor algo afligida por la acalorada discusión de antes.

Ambas muchachas caminaban bajo la impetuosa luz del medio día.

Aletheia apreciaba los detalles como el agradable olor a incienso presente en toda la calle, sin llegar a ser un aroma pesado, más bien una liviana sensación, acompañada del ruido de la madera en las ruedas de los carruajes encontrándose con el pavimento.

Tras un rato andando y comentando temas triviales decidieron sentarse bajo el cobijo de la sombra de una iglesia en el centro de la ciudad.

-Envidio a esa paloma -Manifestó la joven de cabello rubio mientras observaban al ave pasar frente a ellas.

-Hay que ver las tonterias que dices hermana, ¿Qué tienes tú que envidiar de una sucia paloma? -Respondió Bianca con tono burlesco.

-Su autodeterminación, su independencia, su autonomía... La propia palabra libertad se escribe con la pluma de un pájaro.

El tiempo consume sin piedad, y de tu mente depende que te arrastre cual débil flor marchita o cual leve pluma y es es que tan solo hay algo que no desaparece entre la bruma del olvido y la muerte, la gloria de haber sido libre, la noble idea de haber tenido control sobre la vida, manifestar tu "yo" más elevado y resplandeciente.

-Pero Aletheia, la paloma está expuesta a todos los peligros que puedas imaginar: a ser abatida por un tiro, a ser devorada por otro animal en cualquier momento, pasar frío en invierno hasta morir, ahogarse en el tórrido calor del verano... La libertad puede parecer admirable pero también es peligrosa.

-Bianca, preferiría correr el riesgo y permanecer en una amenaza constante a cambio de un solo instante de libertad, el riesgo vale la pena. Permanecer en una jaula dorada no es vivir.

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora