Síndrome del cansancio

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-Ambas jóvenes continuaron paseando por el centro mientras conversaban, por el camino, pasaron frente un puesto de joyería artesanal que a Aletheia le llamó la atención, le resultó familiar.

Del pequeño comercio de bisutería se encargaba una anciana de aparentemente mucha edad, la cual se ocupaba de toda la tienda, desde la fabricación hasta la venta.

Lo más curioso es que la anciana introducía pequeñas hojas secas, pétalos y demás vegetales en el interior de la joyería quedando invisibles al ojo al estar cubiertos por el metal.

Aletheia encontró similitud entre las joyas que fabricaba la anciana y la pulsera que portaba siempre consigo en la muñeca derecha, pero no le dio mayor importancia y siguió caminando, esta vez sola, su hermana estaba ocupada charlando con el proveedor de belladona.

Mientras la mayor de las hermanas caminaba por el pavimento tropezó con un saliente del suelo, pero antes de tropezar y volver a caer una mano la sostuvo por la cintura estabilizando a la chica de nuevo.

-Siempre tropezando mocosa.

La chica se dio media vuelta encontrándose de frente con su enfermero de la otra noche.

Se hizo un pequeño pero no incómodo silencio, en el que ambos se contemplaban mirándose a los ojos, Marco con su actitud impasible de siempre, pero con un brillo especial en la mirada, mientras que Aletheia, con sus preciosos orbes esmeralda, lo miraba con sorpresa.

-Gracias por lo del otro día, no te lo agradecí, me fui sin decir nada y en silencio porque no quería despertarte.
También siento si te incomodó el pedirte que te quedarás conmigo.

Antes del chico poder pronunciar una palabra, Bianca llegó al lugar.

-Hola Marco, ¿Cómo estás? No sabía que vosotros dos os llevaseis tan bien.

-Hola Bianca, le decía a tu hermana si queríais acudir mañana por la noche a una fiesta en el palacio de mi familia, una de las muchas que organiza mi padre, sobre todo en esta época que la caza prolifera.

-Genial Marco, se lo comentaremos a nuestra familia.

Los tres jóvenes se despidieron y las dos hermanas caminaron hasta casa a descansar para el día siguiente.

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-¡¡Alicia!! Venga vamos, que te has dormido.

-¿Bianca? -Respondió la joven confusa y despegando sus párpados lentamente y con molestia por la claridad de la ventana.

-¿Qué dices hija?, ¿Quién es Bianca? -Cuestionó la madre de Alicia sin darle importancia mientras ventilaba la habitación a la par que su hija se incorporaba sentándose en el borde de la cama.

-Nada mamá, no importa. (Estoy agotada, seguro que esos sueños son lo que me fatigan tanto, desde que los tengo me levanto con jaquecas y estoy todo el día cansada) -Pensó Alicia

-Oye Alicia, ¿estás bien? Tu tutora ha escrito en el informe semanal que llevas unos días distraída y que te faltan algunos ejercicios.
No me quiero meter en tu vida pero si tienes cualquier problema no dudes en pedirme ayuda.
Y en cuanto al instituto... confío en ti. Sé que eres responsable pero no bajes la guardia con los estudios.

-Si mamá, no te preocupes.
Hoy no iré al colegio, me duele mucho la cabeza, me quedaré aquí y aprovecharé para adelantar con los deberes y estudiar los exámenes de los próximos días.

La madre abandonó la estancia dándole un cariñoso beso en la frente a la chica para irse
a trabajar, además de servirle el desayuno en su mesa de estudio.

La joven pese a su característica disciplina y aptitud para estudiar, cayó rendida sobre el escritorio cuando apenas comenzaba a hacer resúmenes. Ingresando en un profundo sueño.

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora