El despertar

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Alicia abrió débilmente los ojos, encontrándose con los rayos de luz a la vanguardia del amanecer, que colaban por las rejillas de una cortina.

Reconoció la habitación en la que se encontraba. Era blanca y repleta de aparatos clínicos. Estaba en un Hospital.

Su madre, que se situaba a su vera, también adormecida sujetándole la mano, espabiló de inmediato cuando vio a su hija abriendo sus grandes y bellos orbes verdes.

-Alicia hija, ¿Cómo estás? -Dijo la madre preocupada.

-Mamá, ¿Cuánto llevo dormida?

-¿Dormida? Has estado días en una especie de coma, un trance que los doctores no sabían identificar.

Te encontré desvanecida entre el suelo y la cama de tu habitación al volver del trabajo.

Has perdido mucho peso, llevabas unos días muy raros.

Toma, come algo -Aconsejó la madre ofreciéndole una bandeja de comida proveniente de la cafetería del centro hospitalario.

La chica se incorporó para ingerir un poco de pan, lo que más le apetecía en aquel momento.

-Ah y toma... una anciana vino a visitarte mientras estabas inconsciente y te dejó esto.

Alicia abrió los ojos como platos.

Una rosa blanca.

Alicia entonces recordó al instante de ver aquella flor las palabras de la vieja joyera.

"Debes devolver la rosa donde el amor fue sepultado"

La joven a su vez siguió recordando hasta el punto en el que quedó estancado el sueño, como Carlos los delató dejándolos en evidencia a ella y al azabache, el cual murió junto a la joven, siendo consumidos por las llamas hasta quedar reducidos a cenizas y polvo.

Mientras brotaban lágrimas de los ojos de Alicia, su madre intervino retirando las gotas de su rostro con el pulgar, seguido de una caricia en su mejilla, la cual ardía ruborizada en impotencia y pena.

-El color blanco representa la pureza y la inocencia y esto es precisamente lo que transmiten las rosas blancas. En el amor tienen un significado especial, pues son símbolo de querer transmitir a la pareja que se espera una relación amorosa sólida, estable, pura y eterna. -Dijo la madre mientras miraba con concentración la delicada flor sostenida en sus manos.

Entonces Alicia frenando su sollozo y dándole vueltas al asunto recordó que cerca de su ciudad había un palacio, del cuál había pocos registros, ya que fue destruido hace muchos años por las revueltas sociales motivadas por la desigualdad de clases y la hambruna.

Sentía que en ese lugar debería encontrar la respuesta a sus preguntas y al enigma de la anciana.

-Mamá debo irme -Dijo la joven mientras trataba de sostenerse en pie con dificultad, sus músculos estaban débiles.

La madre no intervino, pues su hija podía llegar a ser muy terca, no tendría sentido tratar de convencerla para que se quedase a reposar un poco.

Alicia arrancó su coche y rápidamente inició la ruta hacia el palacio derrumbado.

Al llegar, aparcó bajo una gran colina de pasto verde y ascendió sobre ella a pie con la rosa en la mano hasta llegar a la cumbre.

El cielo empezaba a clarear, aún se veía la luna mientras el sol trataba de abrirse paso.

Alicia se mantuvo expectante al horizonte observando los colores anaranjados del cielo hasta que una voz tras ella interrumpió el deleite.

-Alicia

La chica se dio media vuelta.

-¿Aletheia? Cuestionó la joven para ella misma.

-Exacto. -Respondió el contrario.

Alicia se aproximó para tocar a quien se dirigía a ella pero fue en vano, su mano traspasó a la joven que había delante suya como si de una nube se tratase.

-No puedes tocarme, yo tampoco a ti. Al igual que no puedo tocar nada de este mundo.

-¿Eres un fantasma? -Preguntó Alicia.

-Soy tú, pero siglos atrás. Soy tu vida pasada Alicia.

La joven quedó asombrada tras la respuesta del ente.

-Entonces... ¿no eran sueños?

-No exactamente, eran mis recuerdos. Soy la chica que reencarnabas en tu sueño, reviviendo mi existencia y gracias a la ayuda de nuestra guía espiritual, aquella anciana. Es chamán, al igual que todo su linaje. Una de sus descendientes te proporcionó la rosa que portas en la mano izquierda, y la pulsera que llevas en la otra desde que tienes memoria.

Tras mi decimoctavo cumpleaños se anunció la fecha de boda con Carlos, desencadenando así mi irremediable final, el cual tuvo lugar bajo tus pies.

Esta colina sepulta lo que queda del castillo en el que algún día bailé, besé y reí por última vez.

Quería que conocieras mi historia, ya que hoy es el aniversario de mi muerte, bueno... más bien de nuestra muerte. -Refiriéndose con pesar al azabache.

-Entiendo... ¿Y por qué tu alma sigue aquí?

-Mi alma es presa de mi voluntad, mi mayor deseo, mi eterno anhelo, la libertad.

Yo quería exentarme de mis cadenas en vida, pero fracasé en el intento.

Ahora quiero que tú cumplas mi deseo, de esa forma mi conciencia estará en paz.

Arranca un pétalo de esa rosa y guárdalo en el interior de la pulsera, así yo siempre estaré contigo, y te recordará tu misión en esta vida, ser libre.

Ser libre por mí y por tí, por todos los que no pudieron serlo.

El resto de la rosa déjalo en esta cima.

Alicia comprobó lo que indicaba Aletheia y efectivamente pudo abrir la pulsera. Siguió los pasos del fantasma y cuando volvió a levantar la mirada había desaparecido.

-Gracias... -Susurró Alicia antes de descender por el montículo de pasto.

La joven volvió a casa, organizó su habitación y se puso al día con todo lo que tenía pendiente, contestar a sus amigos, pasar tiempo con su familia, estudiar un poco... pero a nadie le contó sobre lo que había ocurrido durante esas semanas de sueños descontrolados, prefirió quedarse con ello para sí misma.

Era increíble, pese a no quedar nada tangible al acabar con todo aquello, ella tenía esa experiencia muy presente, como su lema y referencia en vida.
Se había encontrado más a ella misma, su elemento y hasta su misión.

Entonces su vida siguió como de costumbre, seguía haciendo lo mismo, pero con una actitud interior nueva, realmente se sentía una persona diferente.

Entonces tras varias semanas sin acudir a clase entró al aula, sus compañeros la recibieron con cariño y júbilo hasta que alguien más entró a la sala, al ser un día frío de otoño portaba una bufanda y un gorro.

Avanzó por la clase sin inmutarse hasta llegar a la silla del profesor, tomó asiento y se retiró el sombrero y el complemento de su cuello, dejando al descubierto su cabello azabache y unos ojos gris intenso.

Alicia no podía creerlo, estaba expectante al muchacho, el cual levantó la vista posando sus ojos sobre ella y pronunciando en voz alta para toda la clase...

-Buenos días, mi nombre es Marcos y soy vuestro nuevo profesor.

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora