-Aletheia... estás preciosa. -Adulaba Bianca a su hermana mayor, vibrante como el verano, de rostro suave y voz dulce.
Estaba preciosa, lista para subir al altar aquel miércoles otoñal. Sin embargo esas agradables sensaciones no eran precisamente las de Aletheia.
A ella le estaba embriagando el miedo, la preocupación por si algo salía mal a la hora de su huida. Pensó en comunicárselo a su hermana pero todavía tenía tan solo dieciséis años, era joven y podría meterla en problemas así que decidió dejarlo estar.
El elegante carruaje esperaba a la futura princesa junto a su familia a las puertas de su residencia para llevarlos a palacio, el lugar donde se concebirá el enlace.
La joven estaba radiante, más preciosa de lo usual.
Llevaba un moño alto y trenzado decorado con pequeños cristales y dos medianos mechones de su pelo dorado descendiendo por los laterales del rostro.
El vestido era gigante, blanco marfil con encaje desde los hombros hasta el torso de la joven, entallado en la cintura con flores de azahar y seguido de la descomunal falda sostenida por una crinolina, armadura de hierro que mantenía la forma abombada del traje y sus prolíferas capas.
El nombrado armador de hierro era muy pesado, había tenido que ser colocado por tres doncellas.
Tras el viaje hasta palacio, Aletheia sostuvo del brazo a su padre, quien la llevó camino del altar.
Atravesaron una gigantesca puerta de madera y metal accediendo a la iglesia del palacio.
Estaba decorada con cantidad de motivos florales y ocupada por el entorno más íntimo de ambas familias.
En los bancos delanteros se encontraba Marco, su cómplice de huida, quién quedó absorto con la belleza de la joven, que se aproximaba camino del pasillo central de la iglesia junto a su padre.
Todos los ojos de la gran sala estaban puestos en ella, en su rostro, su cabello, el magnífico vestuario... y el aura de grandeza que se sentía por donde ella pasara.
-Estoy orgulloso de ti hija mía. La libertad no es la panacea de la felicidad, la felicidad es honrar a la familia... y puede que ahora no lo veas tan claro, pero con el tiempo te darás cuenta de que es más importante hacer un buen matrimonio que tener un buen matrimonio. -Dijo el padre de la joven mientras esta sostenía su antebrazo a tan solo unos metros del joven príncipe.
Instantes después de decir aquello, el padre tomó asiento, dejando a su hija frente al párroco y Carlos.
El eclesiástico comenzó con su discurso nupcial mientras Aletheia, situada a la izquierda de su futuro marido, estaba inquieta, con el rostro tenso y la mirada clavada en el suelo, actitudes ocultadas por el tul blanco que cubría su cara.
Entonces llegó el escrutinio, donde el sacerdote se dirigió a los cónyuges.
-Esposa y Esposo, ¿Estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?
-Sí, estamos dispuestos. -Respondió Carlos tomando la palabra por los dos.
-Unid vuestras manos y conjurar vuestro consentimiento. -Indicó el cura.
-Yo, Carlos, te quiero a ti, Aletheia de Astra,
como esposa y me entrego a ti,
y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad,
y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.Entonces llegó el turno de Aletheia, mientras Carlos colocaba el anillo en su dedo anular, la joven lanzó una mirada a Marco, quien desde la lejanía le hizo un gesto con la cabeza, asintiendo a modo de que continuase y tranquilizando un poco a la chica.
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La Rosa Blanca
RomanceLa joven Alicia comienza a tener la ilusión de encontrarse en otra época cada vez que concilia el sueño. Desde entonces, siempre que duerme le sucede, desarrollando dos vidas al mismo tiempo, una en vigilia y otra en nocturnidad, acareándole problem...