Luz de Luna

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-Sígueme. -Indicó el chico.

Aletheia asintió con intriga de saber  hacia dónde la conducía.

-Es por aquí.

Señaló una abertura en la pared.
Estaba un poco alto así que la sostuvo de la cintura hasta posar a la chica en el elevado peldaño, este accedía al encumbrado del castillo, su punto más alto.

Cuando subieron al tejado ambos se sentaron sobre la cubierta.

-Túmbate, así se ven mejor las estrellas.

-¿A ti también te gusta mirar el cielo? -Preguntó ella

-Siempre intento recrearme al menos un momento al día para contemplarlo.

-¿Has escuchado alguna vez lo de que no nos podemos bañar dos veces en el mismo río?
Pues el cielo es igual, incluso mejor.
A veces brusco, con tonos tan rojizos que parece enfadado. Otras veces sereno como el mar en calma.
Tan solo tarda unos minutos en pasar de la claridad a la oscuridad absoluta.
Las nubes, a veces blancas como el cuarzo y otras grises como la ceniza y en constante movimiento dependiendo del soplo del viento.
El cielo es todo un emblema de libertad, la vida en su máxima expresión.
Es efímero, tanto su color, como sus saturaciones y luminosidades, puede ser como la pintura, expresivo, surrealista...
Está en constante cambio, como nosotros, como la vida, pero la base sigue ahí, le seguimos llamando cielo al que hace un minuto era distinto.

Ambos jóvenes estaban concentrados en los astros, disfrutando de su compañía en silencio.

Aletheia se acercó a Marco recostando su cabeza sobre el pecho del chico.

Marco respiraba el olor de ella y viceversa, y comenzó a acariciarle el pelo por la zona de la nuca.

-No me molestó -Comentó él.

-¿El qué? -Preguntó desconcertada.

-Que me pidieras que me quedara contigo la otra noche. Hacía mucho que no dormía tan bien.

Ella lo miró mientras él observaba el cielo sin inmutarse. Repasó cada atisbo de él con detenimiento, desde su pelo azabache hasta buscarle sentimiento en aquellos profundos ojos grises.

-¿Por qué me esquivas? Apenas me miras a los ojos. -Preguntó ella.

Tras ella ver la duda en su rostro, él acabó explicándose.

-Por más que lo intento no puedo evitarlo, intento separarme de ti pero algo me empuja, lo he intentado tanto que te puedo mirar sin ojos y sentir sin el cuerpo. -La joven quedó absorta y paralizada por sus palabras.
-No debería hacer esto pero mereces más que un plan de vida diseñado por tu familia. -Dijo apenado el chico.

-Si nos descubren, tú serás una deshonra y yo seré relegada en mi familia, o incluso condenada a muerte. -Se hizo el silencio por unos segundos.

-Estoy cansada de vivir muriendo, prefiero morir viviendo.

-En ese momento Marco se giró y ambos jóvenes quedaron uno frente a otro.
La forma en la que él la miraba le hacia elevarse.
Marco se acercó a la joven y le susurró.

-Entonces morir será la mayor de las aventuras

El azabache la besó, pero con sutileza. No quería hacerle daño. Sus manos se adueñaron de las caderas de la chica y poco después descendieron adhiriendo su cuerpo contra el suyo, a lo que ella enreda sus piernas en el torso del contrario.
El azabache la cargó hasta un lugar más cómodo recostando a la chica.
Marco dejó sus labios para crear una senda de besos por su cuello.
A ella la camisa del muchacho le daba libertad de explorar deshaciendo su botonadura.
Aletheia era bellísima y su aroma sensacional.
Marco la estaba desarmando sin mayor problema.
El azabache paró antes de ir un paso mas allá, era consciente de la inexperiencia de la chica y de su lozanía, acababa de cumplir la mayoría de edad.

-¿Estas bien? - Preguntó.

La luz de la luna y un par de velas eran la única iluminación en aquel momento.

La chica se sonrojó y él sonrió ante la actitud de Aletheia, su reacción era tan tierna.

La envolvió en un cálido abrazo para besar su cabeza.

-Tranquila... será como tú quieras que sea. -La joven correspondió el abrazo aún avergonzada.

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora