Vals

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Aletheia despertó nuevamente pero esta vez siglos atrás, en su habitación victoriana ornamentada hasta los cimientos, junto a su hermana Bianca, sin embargo ella no se encontraba en la cama. La menor ya se había levantado para comenzar a arreglarse.

Esta noche habría un gran banquete por parte del rey al que acudirían Aletheia y su familia en unas horas por invitación oficial del monarca y por la invitación personal de Marco el día anterior en el mercado.

-Bianca... quedan todavía 4 horas -Dijo Aletheia desde la cama mientras se estiraba tensando todos sus músculos.

-Veo que ya estás despierta, lo sé hermana pero sabes que me apasionan los eventos sociales, debo estar impecable.

Aletheia rodó los ojos y fue a buscar su vestimenta para la fiesta.

-¿Y mi vestido? -Se preguntó a sí misma en tono bajo aunque lo suficiente alto como para que su hermana la alcanzase a oir.

-Si lo que buscas es el vestido debes esperar un poco, las costureras lo están arreglando. Mandé meter un poco el bajo esta mañana para que no te tropieces, no queremos una novia lisiada.

Aletheia agradeció el buen gesto de su hermana y juntas se prepararon para la ocasión de esta noche. Cuando ambas estaban listas el carruaje llevó a la familia al palacio.

A la entrada, como la última vez, todos los invitados tenían los ojos puestos en la futura reina cuando su nombre fue expuesto en la cúspide de la escalera.
Pero más que por el título, la admiraban por su belleza.

Al bajar la escalinata otra mano le era ofrecida, esta vez Marco la esperaba en el lugar de Carlos.

-Buenas noches Marco ¿Y Carlos? -Preguntó algo preocupada al chico.

-Tiene asuntos que atender, no podrá acompañarnos esta noche. -Aclaró él.

Acto seguido, el rey comenzó la fiesta con la formalidad de dar las gracias por asistir a los invitados, interrumpiendo con su discurso a los jóvenes que cuchicheaban en la base de las imponentes escaleras de mármol.

Esta noche la música y el baile se trataba de un vals.

-¿Sabes bailar? -Preguntó él.

-Nunca he bailado un Vals

-Qué barbaridad mocosa -Dijo el chico con un discreto tono burlón manteniendo su inalterable actitud.

-De acuerdo, El Vals debe ser ligero, como la pluma de un ave, debe ser tan ligero, que si se sostuviera una vela durante el baile esta no se apagaría.

El joven azabache tomó un candelabro y con la otra mano indicó a Aletheia que se acercase a él. La agarró de la cintura y comenzaron a bailar.

Mientras giraban por la sala al compás de la música el comentaba:

-El movimiento es suave, ligero y libre.

Los pasos son sencillos, debes fluir con la música y la pareja para que el baile sea espontáneo.

Pensar demasiado no hace falta, hay que dejarse llevar y acordarse siempre de seguir el compás.

Elegir bien con quien bailas es fundamental, aunque bailar solo no se te debe de dar mal, no hay que darse nunca por vencido ni tampoco parar, ya que vivir es parecido a bailar un Vals.

Es mejor que lo disfrutes a que lo hagas bien, y no hay que tenerle miedo a fallar, tan solo hay que echarle ganas y bailar.

Tan fácil como la vida así es bailar.

Aletheia siguió el trasiego del chico consiguiendo, como resultado de sus consejos, una danza tan bella que todo el salón se acabó deleitando con la pareja dejándoles espacio para bailar formando un círculo en el suelo mientras los observaban.
Ellos estaban tan inmersos el uno en el otro que no se dieron cuenta.

Mientras empezaba a cesar la música Marco se separó un poco de Aletheia para mostrarle la vela, aún prendida.

-Esto supone tu dominación del Vals, Enhorabuena dijo inclinándose un poco hacia adelante como señal de respeto, común en la época.

-Esto supone tu dominación del Vals, Enhorabuena dijo inclinándose un poco hacia adelante como señal de respeto, común en la época

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Cuando el baile consumó quedaron perplejos al ver a todo el mundo mirándoles.

De pronto todo el salón empezó a aplaudir a la pareja.

Ambos se miraron y no les hizo falta pronunciar palabra para saber que querían salir de esa situación tan bochornosa, por lo que abandonaron la sala y huyeron al piso de arriba.

-¿Has visto cómo miraban todos? -Comenta Aletheia entre risas mientras subían a toda prisa las escaleras por la vergüenza.

A Marco se le escapó una leve sonrisa que no pasó desapercibida a la mirada de la chica, la cual queda impresionada, nunca lo había visto sonreír.

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora