14. Cercanía

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ETHAN

Tenerla así, tan cerca me permitía detallarla mejor, un lunar se encontraba cerca de su labio inferior, podía observar las pequeñas ojeras que se estaban formando en sus ojos, sus ojos, se veían más brillantes al verlos tan de cerca, olía a cerezas, yo odiaba las cerezas.

Me alejé de inmediato en cuanto sentí su aliento chocar con el mío percatándome así también de cuan cerca estábamos.

—Lester—salude.

—Ethan—

Enarque una de mis cejas al escucharla.

—Q-quiero decir, profesor, Ethan ¿Cómo está?

—Muy bien, ¿usted? —no me permití tutearla, nunca lo haría.

Abrió la boca para decir algo y me quede observando justo ahí, una señora intento entrar y al interceder en su camino me hice a un lado y inconscientemente, Lester, se giró un poco alejándose de la puerta para cederle el paso a la señora eso solo provoco tenerla más cerca, su cabello olía muy bien y como si el mundo estuviera en mi contra, Lester, se apegó demasiado a mí que pude sentir su cuerpo pegado a mi espalda, no puedo asegurar nada pero creo que dejo de respirar, aun así no sé porque rayos no me hice a un lado.

Mi mente y mi cuerpo no estaban conectados al parecer.

Cuando quise darme cuenta ella se había alejado lo suficiente para poder pensar, pero no tanto como para perderla de vista.

—Estoy bien—la vi morderse el labio aun con su mirada fija en mi—¿frecuenta mucho este lugar? Nunca lo había visto.

No le respondí de inmediato, ¿Cómo hacerlo? Ni siquiera debería estar teniendo una conversación con ella, no estaba mal, pero eso no quitaba que ella haya escrito un diario casi entero sobre mí.

Ahora al tenerla aquí cerca conmigo me entraba la curiosidad.

—No mucho—me limite a responder.

El momento se volvió incomodo cuando nadie supo que decir después.

Aparte la mirada de la suya por que supe que en esa batalla no ganaría yo, sus ojos eran muy brillantes capaces de atraparte si los miras más del tiempo necesario.

—Y-yo...—la mire y parecía debatirse entre decirme algo o no—quería disculparme por mis palabras de esta mañana.

—No hay problema alguno, Lester, solo procure la próxima vez pensar muy bien en sus palabras—le respondí profesionalmente sin que me titubeara la voz, la vi hacer una mueca y me brindo una pequeña sonrisa.

—Ok, yo creo que me voy, siento mucho lo de su camisa—dijo para después salir por la puerta e irse, fruncí el ceño ante sus últimas palabras y caí en cuenta de que una pequeña mancha de café se hallaba en mi camiseta y ni siquiera me di cuenta.

—Yo en tus zapatos al menos le hubiese coqueteado—la voz de mi amigo se escuchó a mi lado y con aburrimiento extremo negué varias veces y salí del lugar de una buena vez.

Al llegar a casa me encontré no solo a, Carol, en casa sino a mis padres.

—¿Hola? —saludé un poco confundido ya que mi relación con ellos no ha sido la mejor desde el día en que les dije que quería ejercer como profesor.

Ambos se voltearon con unas sonrisas forzadas en sus caras, mi madre fue la primera en levantarse, llevaba un vestido un poco más debajo de las rodillas demasiado ajustado para mi sorpresa, siempre supe que mi querida madre era un poco como decirlo, vanidosa en varios aspectos y desde hace unos años en los que me entere que mi la compañía de mi padre había ascendido hasta invertir con otros países no dude ni un segundo en que aprovecharía mucho más de ello.

Apenas se acercó coloco una mano en mi mejilla y me dio unas palmaditas.

—¿Cómo estas, hijo? —sonrió de tal manera en la que no supe si aquello era un sueño.

Que hipócrita, ¿ahora era su hijo?

Casi estuve tentado a reírme, era increíble la manera en que se comportaba cuando hace unos años cuando apenas tenía dieciocho años me corrieron de casa por no seguir o hacer lo que ellos querían.

Me aparté disimuladamente de ella y fingí una sonrisa.

—¿Qué los trae por aquí?

—Carol, nos llamó, dijo que tú nos habías invitado a su cumpleaños—hablo esta vez mi padre

—¿Cumpleaños?

—Sí, el de, Carol.

Mierda, lo había olvidado.




***   




Red.

El Diario De Melissa LesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora