6. Un secreto guardado en mi cajón

52 16 4
                                    


ETHAN

Sus ojos color ámbar se movían nerviosos de un lado a otro.

Solo supe dos cosas en ese momento.

1. El cuaderno era suyo.

2. No sabía mentir.

Y no supe exactamente que hacer, por lo que me facilito la tarea que el timbre haya sonado anunciando horario libre y que ella haya salido de ahí sin siquiera esperar a que diera la orden.

—Pueden retirarse chicos.

Luego de que todo el mundo ya se hubiera ido no pude hacerlo también, el apetito se me había quitado de la nada y la yema de los dedos me incitaban a abrir nuevamente el libro y darle una pequeña ojeada a la siguiente hoja, de todas formas, ella no lo tomó y prácticamente negó que era suyo.

Como alguien que estaba a punto de hacer algo malo así me sentía yo, por lo que mirando el lugar vacío varias veces abrí cuidadosamente el cuaderno, que al hacerlo empezó a brillar como hace un rato.

La segunda página marcaba como fecha 30 de julio, un día después del primero.

30 de julio del 2020

Como me ponía...

El día de hoy había empezado con los verbos irregulares, una mierda de clase para alguien que ya se los sabía de memoria, pero por primera vez en mis diecisiete años actué como una persona que no lo hacía.

El hecho es, que, al momento de llegar a la pronunciación, lo hacía de una forma pausada mostrando como se debía y como no se debía pronunciar.

Así pausado y lento estoy pensando en que me lo haga.

Escuchándolo de aquella manera tan sexy me propuse a algún día cuando lo tuviera en mi cama mientras lo hacíamos, me hablara sucio en inglés, pausado, sin prisa como lo hacía hoy en clases.

Y como me ponía de solo imaginarlo.


Cerré el cuaderno con fuerza y no me atreví a leer más, caí en cuenta de que mi respiración se había tornado dificultosa y me regañe mentalmente, ya no era un adolescente, sus palabras ni siquiera debían causar algún tipo de efecto en mí, solo era una adolescente con las hormonas alborotadas, nada más.

No me llegue a cruzar con, Lester en los pasillos gracias a dios, porque si ella estaba avergonzada yo lo estaba el triple y no hallaba razón alguna del porqué.

El trabajo de alguna manera me tenía saturado, estábamos próximos de empezar los aportes y yo estaba que no podía con el peso de cada estudiante, llegar a casa nunca se había sentido tan bien que en cuanto me senté en el sillón, Carol, se sentó en mis piernas dejando un leve beso en la comisura de mis labios.

—¿Cómo te fue hoy?

Recosté mi cabeza en el espaldar y la miré con los ojos a medio cerrar, llevaba un vestido ajustado de esos que le gustan y supe que iba a salir, hace seis meses que vivimos juntos y en ese tiempo he pensado la idea de proponerle matrimonio, estar con ella de alguna manera me relaja, no me siento tan solo.

—Bien, ya sabes como todos los días.

Hiso un puchero de los más gracioso y apoyo su barbilla en mi pecho.

—Ya. Y algo interesante que haya pasado ¿alguna chica que te haya piropeado el día de hoy?

Si supiera.

Carol, aunque se tomaba con gracia todo el tema de las alumnas pasadas de palabras o de las llamadas que recibía de ellas no evitaba sentirse un poco sobreprotectora conmigo, ha llegado un momento en el que sus celos me superan y ya no me parece tan gracioso.

Lo último que deseo es que se deje llevar por cosas sin importancia y lleve esto a algo toxico.

En ese momento por mi mente paso, Melissa Lester y temí de alguna manera que no llegaba a tener explicación por el cuaderno en mi maletín, lo había traído conmigo y ahora lo sentí tan lejos de mi alcance que me daba miedo de que sus hojas ahí dentro se hayan doblado, aunque más miedo me daba de que, Carol, llegue a encontrarlo.

Sé cómo era esto, primero empezaría a reírse, diría que es un poco gracioso y luego frunciría el ceño alegando de que es demasiado, me lo tiraría en la cara y empezaría con su monologo ya conocido de que la estoy engañando o de que me gusta que eso suceda.

Aunque ni siquiera debería tener miedo, no he hecho algo malo a mi parecer, pero el haber traído el cuadernillo conmigo tampoco es algo bueno.

—No, esta vez todo estuvo sereno... ¿Vas a salir? —pregunte desviándome del tema y una sonrisa surco su rostro.

—Sí, haremos una juntada con unos compañeros de la universidad.

—Ok.

—¿Te va bien? Quiero decir, te iba a decir antes pero normalmente llegas con una cara de cansancio total que no quise...

—Está bien, estoy bien, no te preocupes por mí y ve a divertirte.

Pareció dudar, pero uso no duro más que unos breves segundos porque en un parpadeo ya estaba lejos de mi cuesta arriba para luego bajar a paso veloz con una cartera de mano.

—¿Estarás bien? —me dijo antes de darme un sonoro beso que no moleste en alargar.

—Suenas a mi madre.

Río un poco luego de despedirse y marcharse.

Cuando escuche el motor de un auto supe de que se había ido por todas, me levante como si las ganas de hacerlo volvieran a mí y con mi maletín en mano me dirigí escalera arriba, saque el cuadernillo de ahí y en el único lugar que pude dejarlo fue en el cajón en donde estaba mi ropa interior.

Fruncí un poco los labios al verlo ahí dentro y sin pensármelo mucho lo saque y lo guarde en el de más arriba donde iban todos los papeles del trabajo que guardaba ahí.

Me deje caer en el colchón y suspire dramáticamente, un secreto guardado en mi cajón, tal vez así debería llamarlo, o al menos el secreto de, Lester.






***  


Esto es un borrador, me disculpo por cualquier falta ortográfica.


Red.

El Diario De Melissa LesterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora