10. Bob Newby

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Cuando llegamos a la casa de Ben, pude apreciarla mucho mejor que con las descripciones que nos dio. Era como la típica casa estadounidense por fuera, color blanco y con un poco de rosa pastel. Ben nos guio hasta su habitación y entramos.

— ¡Esto es la leche! — exclamé al ver todos esos recortes de periódicos en la pared.

— Guay, ¿verdad? — preguntó Ben al oír a Richie diciendo guau.

— No. Nada guay — respondió Richie.

Iba viendo los recortes con detenimiento, hasta que me encontré con uno que parecía bastante interesante. En el recorte, había un montón de personas firmando el Acta Constitutiva de Derry, pero lo raro, es que estaba ese payaso.

— ... La única pista fue un camino de ropa ensangrentada que iba a la casa del pozo — dijo Ben.

— Cielos. Podemos ir a misterios sin resolver — bromeó Richie.

— ¿D-dónde estaba la ca-casa del p-pozo?

— No lo sé. En algún lugar del pueblo, supongo — respondió Ben —. ¿Por qué?

Mientras que ellos seguían hablando, me acerqué a otra fotografía. En ella se representaba el incendio del Black Spot, a finales del otoño de 1957. Había un montón de encapuchados, seguramente la Liga de la Decencia Blanca, pero, estaba otra vez ese maldito payaso, detrás de un árbol, sonriendo, como si todo ese caos, toda esa matanza, le excitase.

[...]

Cuando llegué a casa, me encontré con mi madre en el comedor, y con todos esos papeles de los niños y niñas desaparecidos. No parecía ser ella misma, parecía estar al borde de un colapso nervioso, y al lado de ella, tenía el teléfono y la guía telefónica.

— Mamá, ¿estás bien?

— Hija — dijo ella y me agarró de la muñeca —. Si algún día me pasase algo, quiero, no, necesito que llames a este número de teléfono — me tendió un papelito con un número y yo lo acepté. Mamá seguía sin soltarme de la muñeca.

— Mamá, me haces daño — ella al escuchar mi voz, se calmó, y actuó como si nada de eso hubiese ocurrido.

Después de ese extraño incidente, decidí llamar a ese número desde el teléfono de mi cuarto, para saber que está pasando.

«Hola, ¿con quién hablo?» se escuchó una voz masculina desde la otra línea telefónica.

«¿Quién es usted?» pregunté.

«Bob Newby, ¿con quién hablo?» después de escuchar el nombre y el apellido, colgué el teléfono. ¿Cómo es que mamá consiguió su número después de 27 años?

Con esas preguntas rondándome por la cabeza, cené y me dormí.

[...]

— Cariño, el teléfono — dijo mi madre desde la cocina mientras se tomaba su café.

Rápidamente cogí el teléfono y se trataba de mi ahora mejor amiga, Beverly Marsh.

«Hola, Bev, ¿qué pasa?»

«Rápido, ven a mi casa, allí te lo explicaré» me dio su dirección y colgó.

Cogí mi bicicleta y salí rápidamente a la casa de Bev. Por el camino, me encontré con los chicos, porque resulta que Bev también los había llamado, pero no dijo el por qué.

— Vinieron. Ne-necesito enseñaros algo — dijo Beverly entrecortadamente.

— ¿El qué? — preguntó Ben.

— ¿Más de lo que vimos en la cantera? — le pegué en zape a Richie.

— Mi papá me matará si se entera de que dejé pasar chicos en el apartamento — dijo la pelirroja.

— De-dejaremos un centi-tinela. Richie, quédat-te aquí — dijo nuestro jefe supremo, el Gran Bill.

— Esperen. ¿Qué pasa si el padre vuelve? — pregunto Richie mientras que nosotros nos alejábamos de él para ir al apartamento de la pelirroja.

— Haz lo que siempre haces. Empieza a hablar — le dijo Stan el Galán.

— Es un don.

Subimos al apartamento de Beverly y ella nos guio por su casa hasta un pasillo oscuro.

— Allí — dijo ella, mirando hacia el final del pasillo, donde había una puerta cerrada, pero se podía ver una luz roja de dentro.

— ¿Qué hay? — preguntó Stan con temor.

— ¿Nos estás llevando al baño? — preguntó el asmático señalando lo obvio — El 89% de los peores accidentes domésticos ocurren en los baños. Y ahí es dónde están todas las bacterias y los hongos, y no es un lugar higiénico — después de su discurso, Bill abrió la puerta del baño y nos lo encontramos todo de color rojo como la sangre, pero no puede ser, ¿verdad? —. ¡Lo sabía!

— ¿Lo veis? — preguntó la ojiazul sorprendida.

— Sí — respondí.

— ¿Q-qué pasó a-aquí?

— Mi padre no pudo verlo. Pensé que me estaba volviendo loca — contestó ella.

— Si tú te estás volviendo loca, nosotros también — le dije mientras la cogía de la mano.

— N-no pod-demos dejar-jarlo as-sí.

Entre todos empezamos a limpiar el baño de Beverly, y al acercarme, pude notar que mis sospechas eran ciertas. Es sangre. Después de aproximadamente una hora limpiando sangre, escuchando las arcadas de Eddie, terminamos.

— No, me encanta ser su centinela personal — dijo Richie sarcásticamente mientras que nos íbamos a —. ¿Podrían haberse tardado más?

— Cállate Richie — dijo Eddie.

— Sí, cállate Richie — le apoyó Stan.

— Ok. Insulten al insultador, entiendo. Yo no fui el que limpiaba un baño e imaginaba su lavabo como la vagina de la mamá de Eddie en Halloween.

— E-ella no lo imagi-ginó — dijo Bill sorprendiéndonos a todos —. Y-yo tamb-bién vi algo.

— ¿Tú también viste sangre? — preguntó el judío.

— Sangre no. Vi a Geor-georgie. Pa-parecía muy real. Pare-recía él, per-ro había un...

— Payaso — dijo Eddie lúgubremente — Sí, yo también lo vi.

— Esperen — dijo Richie —, ¿solo los vírgenes pueden ver esta cosa? ¿Por eso no veo esta mierda?

— Cállate, Richie, que eres más virgen que el aceite de oliva extra virgen — contesté mordaz.

Sirenita    «IT, Stranger Things y tú»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora