No quiero ser yo.

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Sus labios suaves hicieron contacto con los míos.

Y sucedió algo que debí suponer.

Flashbacks empezaron a mostrarse en mis ojos.

Mis gritos, mis forcejeos, mi sangre, sus golpes, su saliva en mi rostro.

Todo estaba repitiendose y sin poder evitarlo empecé a forcejear.

-Demien POV-

No pude evitarlo.

Tuve el impulso de besarla y lo hice, probé el sabor dulce de sus labios.

Pero no debí hacerlo. ¿O tal vez si?

-¡SUELTAME! OTRA VEZ NO ¡POR FAVOR!-La monjita empezó a gritar y a empujarme.

Me separé y sujete su rostro entre mis manos.

-Por favor, no- susurro sin aliento. Empezó a removerse y forcejear por alejarse de mi.

-Soy yo... Solo yo- susurré aun con su rostro entre mis manos.

-Calmate. Nadie va a volver a tocarte mientras yo esté aquí- dije con un hueco en mi corazón.

Empezó a llorar y repetir "Otra vez no" la abrace fuerte y llore con ella.

Llore por ver lo jodida que estaba.

Llore por todo el daño que le hicieron.

Llore por qué me sentí inportente al no poder ayudarla.

-Shh, princesa. Estoy aquí y nadie más va a tocarte- prometí mientras acariciaba su cabello.

Elevó su mirada hacia mi y sollozo más fuerte, cerro sus ojos y murmuró algo que no entendí.

La cargue y la subí arriba de el lavabo, lo hice sin tocarla demasiado y evitando mirar su cuerpo.

La situación de mi erección sigue muy fuerte pero ¡Hey! Mi cuerpo actuó sin controlarse.

-No me sueltes por qué me voy a derrumbar- advirtió mi monjita. La mire con una lágrima recorriendo mi mejilla.

-Jamás te voy a soltar- asegure.

Recosto su cabeza en mi pecho y cerro sus ojos.

La levanté suavemente y le puse su camisa blanca, encima se puso una sudadera marrón, unos pantalones de un tono más claro y tenis blancos con detalles en marrón.

Cuando estuvo más calmada me dijo que saliéramos, tome sus cosas y las lleve a la habitación. Ella seguía en silencio y parecía estar sumida en sus pensamientos.

-¿Quieres hablar? Soy bueno escuchando, bueno no sé dar consejos por qué aveces soy medio pendejo... Pero puedo escucharte- dije y me acerque a dónde estaba sentada en la orilla de la cama. Ella sonrió levemente con lo que dije.

-La extraña demasiado- susurro con la mirada baja y la voz rota.

-También la extraño y eso que la conocía de muy poco, no me imagino lo que debes sentir tu- conteste.

Lo del beso, definitivamente no había quedado en el olvido, para ninguno de los dos, pero por el momento ninguno quería hablar de eso.

-Era como mi hermana, siempre estábamos juntas- murmuro.

Seguimos hablando por un rato hasta que su familia llegó y por fin pudimos sacarla del hospital. Obviamente me fui con ella a su casa y me quedé con ella hasta la hora de la comida (por petición de ella y Brent)

La mamá de la monjita cocino y comimos todos.

¿Brad? El idiota llegó a la casa y se quedó solo poco tiempo por qué dijo que tenía asuntos sobre el equipo.

Jugador de FútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora