Estéril

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Moscú, Rusia

Domingo  en el hospital.

Han pasado varios días desde que me internaron en el hospital y desde que mi mejor amiga murió por culpa de esos malditos.

Yo... Yo sigo en el hospital, reavilitandome por qué mi cuerpo estaba demasiado débil. No han querido decirme los daños que hay en mi cuerpo, dijeron que lo harían hoy que me encuentro mejor... Físicamente.

Demien a estado viniendo todos los días, cuando llega del instituto, va a su casa, descansa un momento y luego viene para quedarse hasta la noche y luego irse.

Mentalmente estoy hecha mierda, todas las imágenes presentes en mi mente, las huellas en mi cuerpo, sus manos recorriendome, todo está intacto, el dolor disminuyó... Lamentablemente solo fue el dolor físico.

No dejo de recordar a mi mejor amiga, su falta me está jodiendo mucho... Aun que no lo demuestre.

Simón... Oh, mi pequeño, está sufriendo mucho, pero no me ha dejado sola, viene conmigo y se sienta a mi lado, no me presiona en nada y me ayuda a qué estar aquí no sea tan mierda.

Mi familia, bueno ellos estan arreglando las denuncias y todos los asuntos legales para refundir a los malditos que quedaron vivos.

Los padres de mi castaña, han venido a verme, están destruidos. El otro día la madre de mi castaña vino y se derrumbó a llorar en mi hombro, no pude evitarlo y también me derrumbe con ella. Ellos también están movilizando todo para hundir a los culpables.

Me han mantenido alejada de eso, por mi salud mental... O lo que queda de ella.

Brad, bueno el hijo de puta afortunadamente no a venís de nuevo. Demien me contó que el día que dormimos juntos, cuando se despertó, Brad estaba aquí e hizo un alboroto, pero el lo saco antes de irse.

Si se preguntan ¿Que pasó después de despertar y haber dormido con Demien? Bueno, me sentí cómoda, no fue... ¿Malo? No sé cómo explicarlo.

—Bueeenoos días, monja que se escapó de un convento... Bueno eso no, pero Buenos días— Si, ese es Demien. Tiene una gran sonrisa en su rostro y una mochila “Escondida" en sus manos.

—Buenos días, baboso— saludé sonriendo levemente.

—¿Estás mejor?— preguntó mientras tomaba asiento a mi lado.

—Si, ya no siento tanto dolor en... Ya sabes— rasque mi nuca y sonreí avergonzada.

—En la...— tuve que poner mi mano en su boca, para evitar que lo dijera.

—Sisi, allí— Asentí.

Saque mi mano de su boca.

—¿Cómo estás, tu?— pregunté.

—Mejor ahora que se que ya no sientes tanto dolor— sus palabras me hicieron sonreír y sentir como si fuese a sonrojarme.

—¿Qué? Esto no pasa siempre, déjame tomar una foto, verte sonrojada no es algo que me valla a pasar muy seguido— Y si, me sonroje. Le baje el teléfono cuando intento tomar una foto.

Jugador de FútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora