‹ 🐉 ꒱ ❛ 𝗠𝗘𝗟𝗜𝗢𝗗𝗔𝗦 ❜ ↳ 𝖼𝗈𝗇𝗍𝖾𝗇𝗂𝖽𝗈 𝖺𝖽𝗎𝗅𝗍𝗈 𝗒 𝖾𝗑𝗉𝗅𝗂̄𝖼𝗂𝗍𝗈 ; 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘢𝘯𝘪𝘮𝘦 ... parte uno ❜
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Para salvar la vida de su hermana, Cía se había entregado al líder de los mandamientos, jurando hacer lo que fuese con tal de que no le hicieran daño a su único familiar con vida. El demonio llamado Meliodas había aceptado, para su gran sorpresa, pero a partir de ese momento su vida se había convertido en un verdadero tormento.
Había tenido que dejar a su hermana y convertirse en la esclava de ese demonio, haciendo cada cosa que él le pedía. Normalmente pedía almas humanas, y lo cual Cía odiaba conseguir, pues tenía que engañar a los pobres humanos y atraerlos para que luego Meliodas comiera sus vidas sin ningún tipo de remordimiento.
Ella no sabía la razón por la cual Meliodas no la había matado, ni siquiera se acercaba a la respuesta. Era una simple humana de diecisiete años que se había quedado sin nada, lo único que conservaba y a duras penas, era su vida. Entonces... ¿Cuál era la razón por la que Meliodas la mantenía con vida?
── Oye, humana.──a causa del sonido Cía saltó, girando su cuerpo con rapidez. A unos pasos de ella estaba Zeldris, el hermano menor de su dueño──. ¿Has visto a mi hermano?──preguntó con el ceño fruncido.
Ella junto a los mandamientos, vivían en el castillo del inframundo y, gracias a la sangre de Meliodas, ella siendo una humana podía respirar el crudo oxígeno del lugar.
── Creo que... salió a alimentarse, solo.──titubeó Cía, bastante intimidada.
Zeldris permaneció mirándola, incluso más de lo necesario. Con el nerviosismo presionando sus órganos bajó la mirada, incapaz de seguir sosteniendo la de Zeldris, puesto que era demasiado oscura y demoníaca para su gusto.
── Está bien; si lo ves, dile que necesito hablar con él.──acabó por decir el mandamiento de la piedad, marchándose del corredor y dejando a la humana sola y aliviada.
Cía, estando finalmente a solas, emitió un sonoro suspiro de alivio. Posteriormente, caminó a pasos rápidos hasta su habitación, esperando no encontrarse con ningún otro demonio en el transcurso. Les tenía mucho miedo, a todos.
Pero, y aunque ni ella misma quisiera aceptarlo, debía pensar en el hecho de que estando con Meliodas se sentía protegida, se sentía aliviada y como si nada nunca pudiera hacerle daño. Solamente con él, había aprendido a estar en calma en ese castillo, por eso no le agradaba cuando él salía.
Sí, ella era su esclava y él su dueño, pero en ninguna ocasión Meliodas le hizo daño, él simplemente daba órdenes y Cía las cumplía por el bien de su hermana. Solía ser demasiado serio, Cía no podía recordar ni siquiera una sola vez en la que Meliodas hubiera sonreído, y muy para sus adentros la chica anhelaba verlo con una sonrisa.
