Despierto en mi cama. Parpadeo un par de veces para ajustarme a la luz de la habitación, lo cierto es que los ojos me arden como si hubiese estado llorando por horas, me cuesta horrores mantenerlos abiertos, me percato de que llevo puesta mi pijama favorita. Lo primero que pasa por mi mente es que siento hambre, muchísima hambre.
Giró hacia mi buró y tomo mi celular para ver la hora, no es posible tengo la bandeja de entrada llena, mensajes de mi asistente preguntando si estoy bien y por qué no me he presentado a trabajar en dos días. Encuentro mensajes de amigos, y compañeros de trabajo.
¡Dos días!, ¿Cómo es posible?, no pude haber dormido durante dos días seguidos, si apenas logro dormir un par de horas, ¿de qué va esto? Me enderezo a toda prisa y noto el dolor, no hay parte del cuerpo que no me duela, aunque la palabra dolor se queda corta. La espalda es un grito de dolor, de no ser por que logre enderezarme juraría que tengo la columna hecha pedazos, las piernas y brazos me duelen como si me hubiese atropellado un camión, y la cabeza me mata.
No es que no esté acostumbrada al dolor físico, en realidad si lo estoy, pero esto es de otro nivel. Caigo en cuenta que la razón por la cual estoy famélica es porque pase dos días completos dormida, y hay algo más, el aroma a huevos con tocino y hotcakes inunda el ambiente. Al ser completamente consciente de ese delicioso aroma mi estómago protesta y solo pienso en hincarles el diente.
Me pongo de pie al darme cuenta de que se escucha ruido en la cocina y de inmediato voy hacia allá. No sin dar varios traspiés, espero no sea un ladrón hambriento el que está en la cocina por que no podre luchar por la comida en mis condiciones, ni siquiera creo ser capaz de atravesar el pasillo hasta el comedor sin desmayarme por el dolor.
Para mí sorpresa Stephanie está cocinando, y cuando me ve acude a mi encuentro, no entiendo que hace aquí, pero me alegra verla. Me pregunta si estoy bien y me da un abrazo, uno de esos que solo ella sabe dar. Es la última persona a la que pensé ver en estos momentos, pero a la única que quiero tener cerca. Su abrazo es reconfortante y siempre huele muy bien, a limpio, lluvia y bebe. Es extraño, pero en verdad huele de esa manera, no me explico cómo.
Cuando me suelta me ve directamente a los ojos y me sonríe, con lo que me gusta verla sonreír, y entonces imágenes de lo ocurrido días atrás me golpean la mente y empezó a temblar. ¿Sus ojos, fueron sus ojos los que vi antes de desmayarme, pero que hago aquí?, ¿Acaso fue ella quien me encontró, y me trajo hasta mi departamento?, ¿estuvo aquí todo este tiempo? no es posible que me subiera por si sola cuatro pisos, tengo demasiadas preguntas. Necesito una explicación.
La sorprendo con todas y cada una de mis preguntas saliendo como torpedos por mí boca una tras otra, sin darle tiempo de responder a alguna de ellas, y solo me mira pone un dedo sobre mis labios y me dice. - - - No, no primero debes comer algo, y cuando estés mejor hablaremos, ¿de acuerdo?-
Yo solo atino a asentir con la cabeza pues estoy hambrienta y me encuentro siendo arrastrada al comedor, me sirve un plato repleto de comida, algo de fruta y un té de canela. Sin más empiezo a devorar, mmm está delicioso. Bocado tras bocado siento cómo recupero la fuerza y mi estado de ánimo mejora indudablemente.
Ella solo me mira devorar su comida y sonríe mientras asiente, como dándome su aprobación. Debo admitir que más que gustarme me encanta cuando sonríe, nos conocemos desde hace años, y desde el primer día que la vi, quedé atrapada por su belleza y su extraordinaria, aunque peculiar personalidad.
Stephie como yo la llamo, es lo que se podría describir como una persona sombría y dispersa, aunque encantadora, ahora me explico, al contrario de mi ella es una mujer alta, mide 1.77 m. Es delgada con unas piernas largas y hermosas que le confieren un aspecto de bailarina de ballet. Su piel es blanca y su cara es afilada, tiene una nariz respingada la cual luce unas lindas pequitas sobre ella y unos labios carnosos hermosos en forma de corazón.
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Los Riuyins.
Fantasy- Tienes que decirme lo que está pasando, ¡por favor no entiendo nada! - le digo casi al borde de las lágrimas. - Empecemos por el principio, eres adoptada y no eres humana. Ángela es una psicóloga especializada en tanatología quien después de la m...