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Alyssa.

- Es suficiente - dice Nessa desde el otro lado de la habitación.

No me había dado cuenta que estaba tocando el espejo, su tacto era frío y acuoso... como las ninfas del río. 

- Se sintió real - le digo, siento los huesos helados y los bellos de la nuca erizados - demasiado.

- Es magia negra, Alyssa - insiste - no es real.

- La magia no es buena ni mala, Ness - le recuerdo - es positiva o negativa.

La directora de la escuela me permitió pasar las vacaciones en el colegio, pero sólo por esta oportunidad, siempre y cuando ayudara en los trabajos que me designasen, como limpiar los calderos y ordenar los libros. Pasaba las mañanas haciendo mis quehaceres y las tardes entrenando con Nessa. Pero todas las noches bajaba al sótano y me sentaba frente al espejo.

Había conseguido cigarrillos, más bien se los había robado al maestro de herbología, era un mestizo y había pasado más de la mitad de su vida en el mundo de los muggles, había adquirido nuestras malas costumbres.

No hacía nada más que ver a Draco a través del espejo. Pero esta vez era diferente. Esta noche de luna llena en particular era diferente a todas las anteriores. 

Draco estaba de pie al otro lado del espejo, sudaba y estaba tembloroso. Veo cómo se quita rápidamente el chaleco, quizás necesita aire, pero le veo llorar, llorar de verdad. Sus lágrimas caen al lavabo y el no para de llorar.

- ¡Draco! - grito golpeando el espejo.

El mira hacia el frente y veo miedo en sus ojos, pero no es a mí a quien mira, porque yo no estoy detrás de él, es Harry Potter y tiene su varita desenfundada.

La Ravenclaw que conquistó Slytherin IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora