Hazlo.

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Fuertes gritos se escuchaban por toda la mansión, o al menos así lo sentía un joven rubio.

Él se había refugiado en su habitación, no quería escuchar más el sufrimiento esa gente. Se suponía que el debía sentirse complacido al presenciar tales torturas.

¿Por qué era tan... humano?

Le frustraba no poder sentir satisfacción al matar o evitar que su mano no temblará al sostener una varita.

Era molesto sentir ese dolor palpitante en el pecho cada que veía la súplica en sus rostros.

Escucho otro grito más y no pudo evitar clavar las uñas en sus muslos.

Él estaba hecho un bollo en medio de la tina de baño, cubierto hasta el cuello.

Suspiró antes de sumergir todo su cuerpo en el agua, se quedó unos segundos así, hasta que sintió como le faltaba el oxígeno y no le quedó de otra que salir a tomar aire.

Bufando, tomo una toalla y se enrollo en ella, justo antes de que la loca de su tía entrara sin llamar a la puerta.

— ¡Al menos toca la puerta! — exclamó molesto— ¡Está aún sigue siendo mí maldita casa!

Bellatrix río jugando con uno de sus rizos, o bueno, si es que se le podían llamar rizos a esa mata de cabellos, similares a una peluca vieja.

— No actúes como un niño, querido sobrino. Ya he visto a tu amiguito muchas veces como para saber de qué estás hecho— Draco sintió un escalofrío—. Pero bueno, no venía a eso. Verás, traigo un regalito para tí.

Esas palabras lo asustaron.

— No quiero nada, estoy ocupado con otras cosas, aún no sigo pensando en el trabajo que me del el señor tenebroso. Vete.

Bellatrix rodó los ojos y se acercó al muchacho, y con un movimiento de su varita hizo que la toalla que lo cubriera se cayera.

— Sabes que no tienes porqué cubrirte, querido.

«Vieja pervertida» pensó el rubio con asco.

La mujer sonrió como solo ella lo sabía hacer y luego plantó un rápido beso en los labios del rubio.

Cuando terminó, se alejo de él y le dió una mirada lasciva que lo incómodo.

— Sígueme a tu cama.

Él no quería eso. La odiaba y deseaba matarla cada que le proponía esa clase de cosas.

Se quedaba sin excusas y sabía perfectamente que no le podía negar nada a la mano derecha del Lord.

Resignado, la siguió.

Pero la boca casi se le cae al ver a una mujer desnuda y amarrada a la cama.

— ¿QUÉ HACE ELLA AQUÍ?— grito furioso—. ¡Llévatela! ¡No la quiero aquí!

Bellatrix le dió una bofetada, pero lejos de estar enojada, parecía complacida con la actitud del rubio.

— Tranquilo, querido. Es sólo para que te relajes, tienes mucho estrés encima y creo que está muggle te podría ayudar con esto... Además, sería algo así como una prueba para demostrar de que lado estas— comentó con una suavidad desesperante—. El señor tenebroso se pondrá contento al saber que uno de sus aliados más cercanos no es un débil frente a un sucio muggle.

Draco seguía desnudo e incómodo frente a esa loca y a la muchacha que no dejaba de llorar en la cama.

— No necesito una estúpida prueba, bien saben que mi lealtad es solo para con el señor tenebroso— expreso molesto—. Repito, llévate a esta... Sucia muggle y déjame solo.

El Diario de Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora