Capitulo 8 (2/2)

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 Por largos minutos estuve escupiendo extraños gargajos de saliva, mezclados con vómito en el interior del retrete con las vísceras revueltas del asco. Irónicamente del asco que yo mismo me producía. No es fácil, ser Daniel Valencia en medio de mi egocentrismo absoluto sufro de demonios internos que a menudo, carcomen mis sentidos.

Devoran mis sentimientos, como si fueran galletas.

La sensación fue intensa, tanto que aun puedo sentirla con la misma fuerza que la sentí esa mañana, fue como estar en interior de una licuadora, solo que sin ingredientes, solo yo, perdiendo mi forma, mi identidad en un remolino imparable donde mi conciencia se encargó de deformarme. Todo lo había dentro de mi se mezcló con tal fuerza, que sorpresivamente yo mismo me despreciaba sumado al asco que sentía ante la propuesta de silenciarla.

Jadeando con una de mis rodillas temblando me puse de pie, tire de la llave del retrete, me lave el rostro y me acomode el traje, no puedo recordar muy bien como pagué y salí de aquel edificio, lo que sí recuerdo es que los rostros perdieron nitidez y las cosas perdieron a su vez gran parte de su color. Cuando la fría brisa golpeó mi rostro, las lágrimas empezaron a salir de nuevo esta vez sin que yo pudiese detenerlas, con las manos temblorosas me metí en el carro, ahí en el tétrico con la cabeza gacha me tape la cara llorando desconsoladamente.

Estuve llorando por más de una hora, luego al encender el auto conduje hasta que la sensación de mis costillas quebrándose me forzó a detenerme en el centro exacto de la capital, ese punto donde el ruido es ensordecedor y en el que los pretenciosos gerentes se abren caminos por las ceras viendo indiscriminadamente a las mujeres y, otros desafortunados niños hacen trucos de magia esperando que alguien les regale una misera moneda. Mientras el gobierno, sigue proponiendo impuestos para hacernos cada vez más pobres.

Era la primera vez que yo lloraba de arrepentimiento, en principio no soy un tipo que llore mucho o al menos al hacerlo intento que nadie se de cuenta, pero esa fue la única vez en la que no me importó hacerlo públicamente. El problema de llorar de arrepentimiento es que el dolor resulta ser físicamente más intenso, o al menos eso es lo que yo he notado. Cuando uno llora por la pérdida de alguien si sientes que morirás, pero es un dolor que en esencia es dolor físico de manera general, en cambio, llorar de arrepentimiento viene acompañado de un sentimiento de frustración mezclado con ira que literalmente, quema a quemarropa el pecho. Y yo no era el tipo de persona que se arrepentia a menudo.

Al contrario.

Pero aquellas palabras me destrozaron, lo que yo hice es simplemente espantoso, y cuando pude dejar de llorar me quedé viendo a toda la gente que caminaba delante de mí, deseando ser un extraño no para vivir una vida ajena, sino para huir de mí mismo. Pero en aquel lugar, en el que yo estaba estacionado y débil, me di cuenta de que el ego es mucho más frágil de lo que creemos, porque ahí yo era tan solo un elemento más de un paisaje que no era del todo agradable. Pero volviendo al tema del ego, es difícil asimilar que no somos tan importantes como creemos, porque aun cuando seamos únicos no somos memorables. Nadie puede brincar ni correr de las garras del tiempo.

Por ello, creo que por primera vez diré algo bueno de todo esto.

Y es que como único buen consejo que tengo es que nadie puede ser feliz viendo con tanta recurrencia su pasado, se que muchas personas dicen que el pasado no define quien tu eres pero desde mi perspectiva la gente que cree eso deberían pensar seriamente en crear su propia asociación de imbéciles cooperantes. Lo digo porque si tu quieres saber cómo fue alguien debes ver su pasado, este tiene las experiencias que construyen sustancialmente lo que somos y ese día en particular, viendo todo ese bullicio me pude entender mucho más a mi mismo.

Bajo el encanto de tu inteligencia-Daniel y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora