Capitulo 17

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Narrado por Daniel Valencia

Beatriz corrió por la sala, se calzó los zapatos inventando excusas, dio pequeños saltitos hasta el escritorio, busco el labial que usaba y nuevamente se pintó los labios. Instintivamente cerré la puerta del baño, mientras escuchaba la puerta de presidencia abrirse, supe que era Aura Maria, los tacones de cuña que usaba recientemente, tenían un sonido inconfundible. Sin embargo, ni el sonido de esos tacones, ni el sonido de las voces pudieron entrar por mis orejas, todo se sentía ajeno y lejano, como si entre esa puerta y nosotros, existieran kilómetros de distancia.

Estaba abrumado.

Me vi frente al espejo y mi imagen me sorprendió, ahí estaba yo el imponente y lúgubre Daniel Valencia, con algunos mechones de cabello despeinado, sonrojado, lloroso y con los labios rojos a causa de su labial. Con la yema de los dedos de mi mano derecha, toque mis labios, intentando comprobar que esto había sido real y no había sido producto de mi imaginación. Estaban hinchados, realmente había pasado, al mover despacio mi lengua por mi boca, podía todavía sentir el sabor tenue y exquisito de su saliva. El simple acto de recordarlo hizo que se me erizaran los vellos de la nuca.

Respire profundamente, viéndome de pies a cabeza, recordando fugazmente el esfuerzo que hice durante la mañana para escoger esta ropa y peinarme, para gustarle. Quizás he sido víctima de mi escepticismo, en el fondo, mi intuición acerca de que le atraía era correcta. A veces hay que creer ciegamente, aun cuando no se tenga la certeza de que la creencia o la superstición que uno tiene sea cierta. Ver mi ropa costosa y refinada, contrastando grotescamente con mi yeso, solo me hizo ver como esa fachada de hombre implacable, se derrumbaba frente a mi.

Las sensaciones e impresiones son más cambiantes de lo que pensé.

Aunque estaba vestido completamente de negro como era usual, la tela de cada de una de las prendas era distinta, el material era mucho mas suave y de telas inglesas, muy alejados al algodon que se usa mayoritariamente en la manufactura colombiana. Es irónico que un accionista de una empresa de modas de renombre de su país, se vista con prendas extranjeras. Bueno, hay muchas razones, nunca he hablado de mi enemistad y desapego hacia Ecomoda, ahora que lo pienso.

Hagamos un inciso, es importante.

Como saben el único de los Mendoza por el que genuinamente siento afecto es Roberto, de haber pasado más tiempo conmigo, quizás podría haberlo sentido como un padre. Y me hubiese encantado que el me hubiese dedicado más horas, mas dias, que el me enseñara a afeitarme correctamente la barba sin cortarme y que me enseñara a hacerme un nudo en la corbata. Tal como lo hizo con su hijo de sangre.

No me excluyo, su esposa lo hizo.

Fueron muchas las visitas que hacía Armando por "iniciativa propia" a Ecomoda, era Margarita que lo enviaba a pasar tiempo de calidad con su padre y por el contrario a mi me inscribieron en una cantidad absurda de actividades extracurriculares, que me hicieron culto y habilidoso. Pero, en ese instante de mi vida, no era lo que yo quería. Y todo para que pareciera que yo no tenía mucho interés en esos asuntos familiares de negocios.

A pesar de los maltratos y descuidos, me mantuve estoico, implotado y reprimido, tengo el habito de guardar mis emociones, ustedes lo saben, no las suelo verbalizar. Yo fui reacio a llamar mamá a Margarita, ni siquiera frente a los invitados lo hacía, no podía darle ese contentillo. Y asumo que eso le irritaba, como el hecho de que yo era sobresalientemente más inteligente que Armando. Mucho más disciplinado, aterrizado, sacrificado y esforzado. En temas de preparación e inteligencia, se me acaban los dedos de las manos para contar todas las cosas que hago mejor que él.

Aprendí a defenderme fingiendo ser fuerte, hasta que de tanto fingir se me olvido que fingía, me volví implacable desde niño, quería mostrarle fuerte frente a todos, soberbio, arrogante, prepotente. Todo para no ser un esclavo de las expectativas que ellos pudiesen tener sobre mi, aunque irónicamente termine siendo esclavo pero de otras cosas. El punto fue que ver esa fachada hipócrita de Margarita con todos los invitados y escuchar esas conversaciones superfluas, ridículas y vacías, me hacían reír hacia mis adentros.

Bajo el encanto de tu inteligencia-Daniel y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora