Capitulo 15

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Narrado por Daniel Valencia.

Como saben, soy un sujeto extraño.

Por ello les confesaré algo: no me gusta besar. Específicamente, besar en la boca. La cuestión es que yo soy bueno besando no porque tenga talento o porque me guste, sino por la mera práctica, siempre besaba, pero lo hacía porque lo veía como un paso elemental en los juegos preliminares a la penetración. Me gusta besar todas las partes del cuerpo, excepto la boca. Yo puedo pasar horas besando unas bonitas piernas o una lubricada vulva. Más, el acto de que alguien me besaste sin permitirme manosear u obtener placer de otros actos, me parecía algo demasiado invasivo.

Demasiado íntimo para mi gusto.

Pensaran que estoy perdiendo la chaveta, tengan por seguro que la perdí en el momento que tome la imprudente decisión de narrar mi inapropiada historia. El asunto es que como saben, yo fui una persona muy promiscua, me acosté con muchas mujeres y no lo digo para fanfarronear, lo digo porque fue así. Mi lengua pasó por las vaginas de muchas y las vi más desnudas de las que ellas mismas se han visto.

La desnudez me excita, más difícilmente me impresiona. Yo mismo soy una persona sin pudor, a mi pueden pararme desnudo en el centro de Bogotá con una erección y allí me quedaré tranquilo y plácido, ante las miradas de la gente. Además, no tengo limitaciones religiosas, porque no creo en ninguna. No pienso que mis actos me lleven al infierno, el infierno somos nosotros mismos. Por ello, el besar, me parecia un elemento mas del sexo y en el sexo estamos desnudos, alcanzamos nuestro placer y nos retiramos. En mi mente así estaba constituido. Un intercambio de fluidos con una finalidad clara: el orgasmo. Listo, no hay más. No hay necesidad de besarnos en la boca de no ser estrictamente necesario.

La desnudez no forma parte de mi concepto más claro de intimidad.

La intimidad no era para mi un momento donde ambos desnudos nos entregamos, el desnudarme se me había vuelto tan normal como caminar. Para mí, la intimidad se vuelve algo más profundo, muy relacionado a la vulnerabilidad. A mi no me apena mi cuerpo y como les dije la desnudez de una mujer me seduce, me excita, mas no me impresiona. Luego de ver tantas formas, esos cuerpos pasaban a ser carnes que después de comerlas, no se me antojaba repetirlas o siquiera tocarlas. Eran carnes de sabor efímero. Si, así realmente veía a las mujeres por más misógino que parezca.

Pero, no asuman mis palabras como un desprecio genérico a la mujer o una reducción de sus capacidades o competencias intelectuales a una objetivización sexual. Simplemente las veía como trozos de carne de los que disfrutaba, por la falta de conexión emocional y en sí por mi pésima gestión de sentimientos. Me gusta el control, me gusta tener todo bajo mi yugo, mis experiencias del pasado me hicieron víctima de un montón de situaciones que en ningún momento, yo, por mi mismo provoque. Solo las pague. Por eso, me gusta controlar desde lo que hago, lo que hacen los demás y sobre todo lo que siento.

En el sexo siempre era dominante, a las mujeres les gusta ser bien tratadas, pero en la mayoria de los casos se enamoran del diablo que las sabe poner a sudar. Es por eso que yo defiendo fielmente que el hombre no debe estar ni muy sumergido en el bandidaje para que piense que eres lo peor del mundo, pero tampoco tan santo que la aburras. A las mujeres como les gusta la iniciativa masculina, les gusta tener un macho que las monte. Y eso era lo que yo siempre hacía, montarlas y darles su placer.

Yo incluso, besaba con los ojos abiertos, me gustaba ver cómo las mujeres disfrutaban siendo controladas por mi, como se entregaban a sus sentidos. Mientras mi mente se mantenía clara y razonando lo suficiente en medio de la excitación. Y lo visual, para mi era lo principal. De ahí mi molestia con los besos, implicaba cerrar los ojos y perder la conciencia de tu alrededor, entregarte a tus sensaciones. Si te concentras en tus sensaciones, tarde o temprano te concentras más en las emociones que en el simple placer. Pierdes el control de tu sentir y aquello me aterraba. No puedo dejar que me vean vulnerable.

Bajo el encanto de tu inteligencia-Daniel y BettyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora