23: 𝖓𝖎𝖌𝖍𝖙𝖒𝖆𝖗𝖊𝖘

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CASSANDRA

Tenía frío. Estaba rodeada de oscuridad. Podía sentir el sudor frío recorrer todo mi cuerpo. Los escalofríos bajar por mi columna vertebral.

- ¿Lo entiendes Cassandra?

Tragué saliva.

Asentí lentamente bajo su atenta mirada.
Sus ojos ardían en llamas, brillaban con superioridad, victoria.

- ¿Entiendes por qué quiero que vayas a esa guerra?

Asentí.

- ¡Dilo! - gritó.

Tenía miedo.
Ni siquiera era capaz de pronunciar un mísero monosílabo.

- ¡QUE LO DIGAS! - volvió a gritar rojo de ira.

- Lo entiendo.

- ¡¿El qué entiendes niñata?! - bajé la cabeza mirando al suelo.

Él cogió mi mentón con fuerza para que le mirara a los ojos.
Le satisfacía verme atada, malherida y bajo sus pies dándole la razón en todo.

- Lo entiendo. E-entiendo por qué quieres que vaya a esa guerra. Solo tú puedes reinar. Yo no soy digna. Nunca lo fui, lo soy ni lo s-seré.- pronuncié con dificultad intentando no tragar la sangre que salía de mi labio.

Él sonrió satisfecho.

Su sonrisa amplia me dio escalofríos.

<<Te tiene miedo, Cass.>>

Recordé las palabras de Blake.

Se equivocaba. Él no me tenía miedo.
Yo era quien le temía, quien estaba a su merced para no seguir sufriendo, para hacer mi espera a la muerte más amena y llevadera.

Porque moriré.

- Bien hecho, hija. - tomó mi rostro entre sus manos y me besó la frente.

Vi cómo se alejaba, para encerrarme de nuevo.

- ¿A dónde vas? - susurré.

No quería estar a solas de nuevo con él.

- Te portaste bien. Tendrás tu recompensa de niña buena.

- N-no. Papá. Papá por favor no me dejes de nuevo con él.- tartamudeé.

Empezaba a marearme de nuevo.
Lo que sea que fuera que él me inyectó antes me estaba cobrando efecto.

- Papá...- murmuré.

Mis oídos zumbaban.
Mi vista era cada vez más borrosa y yo menos consciente de lo que pasaba.

- Te divertirás con él.- sonrió de lado y cerró la puerta de nuevo.

Tragué salvia.
La sangre se estaba amontonando y me estaba dificultando respirar.

- Cassie.- siseó.

Lo vi emerger de la sombra, el halo de luz de la luna que se colaba por la ventana lo iluminaba de perfil.
Su sonrisa torcida, sus ojos posados en mí, la vela que había usado antes para quemar mi piel en su mano derecha.

- A-aléjate.- dije sin fuerzas.

- Tarde, princesa diamante.

Grité desesperada.

Mi pulso estaba acelerado.

Al abrir los ojos vi que estaba de vuelta en mi habitación.
Toqué mi cuerpo en busca de las quemaduras de vela, de la sangre del labio, los hematomas de mi cara.
No había nada, ni rastro.

LA MALDICIÓN DE LA CORONA [MALDITOS #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora