27: 𝖋𝖚𝖊𝖗𝖆 𝖆𝖗𝖒𝖆𝖉𝖚𝖗𝖆𝖘

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JADEN

Salí de la habitación mientras Cass se duchaba, hacia la que solía ser la mía siempre que visitaba Mónaco.

Creo recordar que dejé varias sudaderas.

Entré y rebusqué en el armario pero el ruido de la puerta cerrándose me sobresaltó.

Me giré para verle ahí, de pie y apretando los puños.

Uy.

- ¿Quieres algo, Zarek? - pregunté volviéndome hacia el armario.

- ¿Qué coño traes con Cass? Te dejé bien claro que no te acercaras a ella.

- Es una lástima que Josh haya sido tan gilipollas de dejarla ir.- le miré a los ojos.- Oh, es cierto. La utilizó. La manipuló y Cass se dio cuenta de las personas que sois.

- No sabes dónde te estás metiendo. - reí entre dientes negando con la cabeza.

- Estoy harto de escuchar esa frase. Quien debería de tener miedo eres tú ante el titán que has despertado. Ya no hay quien pare a tu hija.

- No te acerques a ella.

- ¿Que no me acerque? Que pretendes, ¿qué vaya a ti a por consuelo? Por favor, Zarek, empiezo a pensar que te faltan neuronas. Mientras tú la maltratabas psicológicamente yo le ayudé a quitarse la venda de los ojos, porque el mérito es suyo, se levantó sola de entre la mierda donde la habíais enterrado. Mientras alguien le hacía cicatrices y ella pensaba que eran horribles, yo le hice ver que son preciosas y que demuestra lo valiente que es. Mientras tú la infravalorabas, yo solo la ayudé a que subiera el pequeño escalón para que continuara sola y llegara a la cima, haciéndose brillar por ella misma.- puse una mano en su hombro para irme de la habitación.- Yo no desperté a la mujer a la que temes, lo hiciste tú. Ahora, paga las consecuencias por miserable.

Salí de allí con un pequeño mosqueo.

Si se cree que iba a hablar mal de Cass y rebajarme a su nivel y aceptar tratos estaba muy equivocado.

Entré a la habitación y la vi salir de la ducha.

En cuanto la vi sentí cómo me relajaba y una sonrisa se dibujaba en mi rostro.

Esta mujer me tiene a sus pies y ella ni enterada.

Cass sonrió de vuelta y se acercó.

- ¿Por qué tan sonriente? - posó las manos en mi nuca y empezó a acariciarme.

La abracé por la cintura y la pegué a mi cuerpo.

- Nada. Si lo digo sonaría muy cursi.

- Hmm...- fingió que pensaba.- Quiero oírlo.

Puse el cabello que se le escapaba detrás de su oreja y posé mi mano en su mejilla.

- No.- le dejé un corto beso en los labios y la solté para que se vistiera.

Me senté en la cama esperandola para ir a entrenar.

- ¿Vas a quedarte ahí mirándome mientras me visto? - enarcó la ceja.

- Podría.- dije acomodandome listo para hacerlo.- Creo que me he convertido en fan de los espejos.- eso la sonrojó y reí.

- Creo que eso de sonrojarte nunca se te irá. - me levanté para seguir provocandola.- Te ves demasiado tierna.- el rojo de sus mejillas aumentó.

- Para.

Llegué hasta ella y la tomé de la cintura, fijándome en el reflejo del espejo.

- Sobre todo cuando me pediste que aumentara el ritmo.

LA MALDICIÓN DE LA CORONA [MALDITOS #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora