Capítulo 4 | Espía

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Atrapados. Estaban encerrados en ese agujero infernal y ni siquiera podían tamizarse para escapar. Algunas pobres almas lo habían intentado en el momento, solo para ser torturadas y asesinadas por Amarantha, que había puesto algún embrujo para que nadie pudiera tamizarse dentro o fuera de Bajo la Montaña y había apostado guardias en las salidas.

Kira se levantó de la cama y dio vueltas por la habitación que le habían asignado, era apenas lo suficientemente grande para meter una cama, un escritorio y un armario cómodamente. No había mucho espacio para moverse pero le daba igual, necesitaba hacer algo antes de que la ansiedad la comiese viva.

Había intentado dormir después de volver a escondidas de la habitación de Layla pero el sueño la evadió completamente. La cabeza le iba a mil por hora, repasando una y otra vez todo lo ocurrido hasta entonces en busca de cualquier detalle que pudiese ser de ayuda. Había discutido con Hassan y Layla, que a su vez ya habían hablado con sus padres, sobre el plan de acción. 

Todavía no tenían ninguno. Todo lo que les había dicho Isaac era que era momento de esperar, de escuchar y aprender para después poder atacar. Era sabio y lo más lógico, pero también era la única opción que tenían y odiaba no poder hacer nada. 

Y cuando lograba dejar de pensar en todo eso por dos segundos, su mente se iba de inmediato a las toneladas de piedra y tierra sobre ellos. Apartó el pensamiento con brusquedad antes de que pudiese volver a revolverle el estómago.

Suspiró y volvió a meterse en la cama tratando de convencerse de que, al final, el cansancio terminaría venciéndola. Se aovilló de cara a la puerta y cerró el puño alrededor de la empuñadura bajo su almohada, había trabado la puerta pero no se fiaba.

Se tocó el pecho distraídamente, recorriendo la silueta de su nuevo tatuaje. No lo aceptaría en voz alta, pero le gustaba el diseño: una línea recta sobre su esternón con media luna a la izquierda, del lado de su corazón, y medio sol a la derecha; sobre eso, tres estrellas pequeñas en formación de triángulo. Le hacía pensar en ambas cortes, Noche y Verano, trabajando juntas.

En vista de las circunstancias, tal vez había sido algo bueno que Rhysand le ofreciera el trato porque ahora contaba con su protección. Se preguntaba si él sabría que Amarantha no les dejaría ir o si lo sospecharía. Toda la situación del doble juego la ponía nerviosa y a la vez la llenaba de emoción.

Había pensado en decírselo a Layla y Hassan, tal vez usarlo a su favor; pero con todos los problemas actuales, no era necesario agregar uno más al plato esa noche. Siendo sincera consigo misma, tampoco quería enfrentar sus reacciones al enterarse. Una parte de ella quería mantenerlo en secreto, pero sabía lo que debía hacer.

Mañana. Mañana se los diría.


Kira no estaba segura de que algo le hubiera dolido tanto como la decepción escrita en el rostro de Isaac cuando le contó del trato. Hassan y Layla se mostraron más comprensivos aunque molestos, más con la situación que con ella, y le defendieron ante su padre. Ronan no articuló palabra, su rostro cubierto por una máscara de indiferencia fría.

Aunque había llegado a la reunión con confianza y segura de su decisión, el peso de sus miradas amenazaba con hundirla en la vergüenza. En ese momento le había parecido la única salida aceptable, pero ¿habría habido otra opción si se tomaba el tiempo de hablarlo con ellos en lugar de lanzarse como lo había hecho?

La única que se puso completamente de su lado fue Joann. La defendió con uñas y dientes incluso cuando sabía que no había forma de ganar esa pelea. Sorprendentemente, logró convencer a su marido de que no era tan grave, dio voz a todo lo que Kira no se atrevía.

Rhysand - Bajo la MontañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora