Capítulo 5 | Sangre control

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Kira cruzó la sala del trono con pasos largos y elegantes, controlados. Las piernas le temblaban y temía que cediesen bajo ella en cualquier momento. Pero no podía permitirse llamar más la atención, así que avanzó tranquila entre la multitud que apenas le dirigió una segunda mirada. 

Mantuvo el rostro sereno y los ojos en un punto lejano del salón, híper consciente de los dos machos que seguían cada uno de sus movimientos. Estaba segura de que si hacía contacto visual, sabrían que algo iba mal. Necesitaba salir de allí, respirar un poco de aire limpio.

Por el rabillo del ojo, vio que Hassan se movía hacia ella al mismo tiempo que la poderosa oscuridad acariciaba sus escudos. Reforzó sus defensas mentales con lo que consideraba un equivalente a cerrarle la puerta en la cara a Rhysand y salió antes de que cualquiera de los dos pudiese alcanzarla. 

El camino a su cuarto fue eterno, los pasillos cavernosos se cerraban sobre ella mientras el final se alejaba con cada paso. Por algún milagro de la Madre, logró llegar sin perderse ni toparse con nadie más. Quería meterse en su estúpida cama y dormir por un siglo para recuperar las últimas noches de estrés e insomnio.

Cerró detrás de sí y las velas se encendieron con un chisporroteo de magia. Se quedó congelada en su lugar, de cara a la puerta. Ella no podía controlar ningún tipo de fuego. Inhaló disimuladamente, tratando de captar el olor del intruso. Un macho.

Cítricos y mar le llenaron la nariz. Relajó los hombros, apenas. Sopesó la idea de salir al pasillo y cerrarle la puerta en la cara de nuevo. Pero estaba muy cansada como para volver a la sala del trono y no le apetecía deambular por los pasillos llenos de depredadores.

Trabó la puerta con un suave click de la cerradura y giró sobre los talones. Rhysand estaba echado sobre su cama, ambas manos detrás de la cabeza, mirándola con una sonrisa perezosa. Pero detrás de la fachada de aburrimiento, un destello de ferocidad le iluminaba los ojos. 

Ignorando cada campana de alerta sonando en su mente, Kira se recostó sobre la puerta con los brazos cruzados. Más para ocultar el temblor de sus rodillas que por otra cosa. Se sostuvieron la mirada por un momento, la tensión que irradiaba de Rhysand más palpable cada segundo. Kira le sonrió, solo una pizca de burla tirando de los bordes de su boca.

Él se levantó con un movimiento poderoso y fluido. Se detuvo a menos de medio metro de ella con las manos en los bolsillos, la viva imagen del desenfado. Su poder llenó la habitación, empujando la piel de Kira como si quisiera metérsele por los poros. Su sonrisa se tornó oscura.

—No tenía idea de que, además de una espía, había contratado a una asesina.

¿Chantajearla para que aceptara trabajar bajo su mando era lo que él consideraba contratar a alguien? Si así era, no quería saber qué les pasaba a los que obligaba a hacerlo.

—Espero que al menos hayas averiguado lo que te pedí antes de matar a mis súbditos. —Ah, entonces así se había enterado, siempre se le olvidaba ese detallito de los Altos Lores—. Y que tengas una buena jodida razón para haberlo hecho.

Kira enderezó la espalda, notó con cierta molestia que aún alzándose cuan alta era apenas le llegaba al hombro a Rhysand. Midió al macho frente a ella, ¿sería capaz de...? Había considerado que quisiese asustarla con la tarea, demostrarle lo que hacía con los traidores, pero ¿podría haberla enviado específicamente porque sabía el tipo de machos que eran los otros dos? La recorrió un escalofrío y trastabilló un paso hacia atrás, chocando con la puerta, a medio camino entre el espanto y la ira.

—Kira—gruñó él, de alguna manera convirtiendo su nombre en una orden.

Su autocontrol se quebró y su mano salió volando al rostro perfecto de Rhysand. Él la atrapó a pocos centímetros de estrellarse contra su mejilla. El teatro de tranquilidad había desaparecido,  Rhysand tenía el labio superior retraído y le mostraba los dientes. Un gruñido profundo resonó en su pecho.

Rhysand - Bajo la MontañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora