Capítulo 34

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Adrián

Emily daba vueltas por toda la casa. No sabía cómo en un cuerpo tan pequeño podía entrar tanta energía.

Desde hace cuatro días que ninguno de nosotros tiene un orgasmo y esto ha comenzado a ponernos a todos gruñones. Pero con la inminente llegada de nuestros padres hoy a la tarde, nuestra pequeña no ha logrado relajarse. Y como ella no está relajada, nosotros tampoco.

Alejandro está imposible de lidiar. Se ha encerrado en su cuarto desde ayer a la noche cuando tiene una casi pelea con la coneja. Al parecer hubo un problema con la organización de los muebles del comedor. ¿Desde cuándo los muebles del comedor son un tema importante de conversación? Al parecer son lo suficientemente importantes como para que se peleen.

Andrés no sabe ni qué hacer. El pobre siempre ha tenido que cargar con el peso de mantenernos andando a todos. Siempre ha estado atento a que yo no me meta donde no debo, a que Alejandro mantenga su temperamento, a que tuviéramos un techo sobre nuestras cabezas y a que todo salga bien. Pero nada está saliendo bien.

Por mi lado, me la paso corriendo cumpliendo con los antojos de Emily. A decir verdad, no me molesta. Así duerme conmigo en las noches. Y si en el proceso me despierta en la madrugada me despierta para bajar a buscar su helado.

Emily terminó de traer todas sus cosas de su casa a la nuestra y ya está viviendo con nosotros. Nos hemos negado a hacerle un cuarto. Ella va a dormir con nosotros. Con todos juntos, con uno solo, sola en una cama nuestra, nos daba lo mismo, pero con nuestro olor.

En este momento ella está en la cocina mientras Andrés y yo nos tomamos un descanso en el patio.

—La amo— comenté al aire mientras que Andrés se fuma un cigarrillo, algo alejado de mí porque no me gusta el olor—. La amo con todo el corazón, lo juro. Pero necesito un segundo de tranquilidad. Y eso es mucho decir si lo digo yo.

—Creo que se está vengando— me respondió—. Está enojada porque lo arreglamos sin ella y se está vengando de nosotros. Creo que se me van a caer la polla si paso un día más cerca de su olor y no me deja tocarla.

—Extraño los cariños— le confesé—. La parte del sexo me gusta, pero prefiero cuando nos quedamos abrazados después. Extraño su canto alegre mientras pintamos en mi estudio o su pequeño bailecito cuando come algo que le gusta.

—Con razón las mujeres te aman, casi que piensas como una— me dice riéndose.

Le saqué la lengua ofendido y me di la vuelta para volver a entrar. Si tan hombre era que se quede fumando solo afuera, no me merece.

—Adrián— me llamó desde afuera, cerré la puerta con fuerza al entrar— ¡Adrián, por favor! ¡Era un chiste!

Por un momento me vi tentado a responderle pero la imagen delante de mis ojos me paralizó. Un plato completamente destruido en el piso de la cocina con un pequeño conejo en medio de todo el desorden.

—Adrián...— la voz de Andrés se disuelve al llegar al lado mío y se queda mirando, como yo, a la pequeña conejo en el piso—. ¿Qué pasó, amor? ¿Necesitas ayuda?

Del pequeño animalito apareció Emily con los ojos aguados y los brazos estirados para que Andrés la levante a upa.

—Shh, shh. Ya está. No pasó nada— le dijo mientras la levantaba en el aire—. Es solo un plato, no pasó nada malo. Ahora Adrián lo levanta y nadie se entera— me hizo una seña con una mano para que me encargara del problema y yo no dude en hacerle caso.

Con la mayor velocidad posible comencé a levantar todos los vidrios que podía y los empecé a llevar al tacho de basura que tenemos a un costado en la cocina. En un momento empecé a notar un pequeño dolor en la mano, pero no quería detenerme así que seguí de largo, seguro es solo un pequeño corte. Casi automaticamente terminé de reunir todo mientras Andrés seguía intentando relajar a la pequeña y se fijaba que ella no estubiera lastimada.

—Adrián— Emily me llamó mientras yo iba a buscar la escoba para poder barrer cualquier vidrio que se haya quedado.

Sin importarme los implementos de limpieza ni absolutamente nada más en el mundo, fui corriendo a sacarle mi pequeña de los brazos a Andrés. La alcé con tranquilidad y la puse sobre la mesa así quedaba sentada frente a mí.

—¿Sí?

—Perdón— y me abrazó.

—Por más que ame tenerte en mis brazos— le respondí correspondiendo el abrazo—. No es necesario, cariño. No hay porqué pedir perdón, estas cosas pasan.

La separe un poco de mí para poder ahuecar su cara con mis manos.

—Te amo— le susurré para dejarle un beso en los labios.

—¡AWWW!— un grito de mi madre a nuestra espalda nos sorprendió a ambos.

Perdón por el capítulo poco interesante, pero tenía ganas de capítulo de Adrián, así que lo escribí y dije "seguro que lxs lectorxs están igual de al pedo que yo" así que aquí está. En el próximo conocemos a la familia de los chicos y de ahí voy a subir unos extras que me pidieron. Suerte!!

Cosas del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora