Capítulo 13

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Emily

No podía ni pensar correctamente. Su solo tacto me hacía delirar. Nunca había sentido tanto placer con un toque tan simple. En realidad, nunca había sentido tanto placer en mi vida.

Una pequeña parte de mí estaba aterrada por la pérdida de control que estaba teniendo solo con un simple toque de Alejandro. ¡¿Cómo soportaría tres lobos?! ¿Ellos realmente querían que estuviera con los tres?

La mano de Alejandro llegó a mis bragas y por un momento lo vi dudar de lo que estaba haciendo. Me miró indeciso, pidiéndome permiso. Ahora no solo me sentía excitada sino que estaba completamente enternecida. Un lobo, seguro de sí mismo, maduro y serio, estaba pidiéndome permiso para poder tocarme. Sin quererlo se me llenaron los ojos de lágrimas. ¿Cuándo había sido la última vez que nadie me había pedido permiso para tocar mi cuerpo?

—Emily, cariño, perdón. Si no quieres, no pasa nada— su voz se quebró por un segundo, se lo veía preocupado, asustado.

—Perdón, no es eso. Esto me gusta— le intenté explicar.

—¿Entonces qué pasa?— me preguntó confundido.

—Me estabas pidiendo permiso para tocarme— dije rompiendo a llorar. Últimamente estaba muy sentimental, mi celo estaba a la vuelta de la esquina y era muy difícil controlar mis emociones.

—¿Estuve mal?— se veía asustado y confundido, indefenso.

—Estuviste perfecto.

—¿Quieres que siga?— me preguntó cuando ninguna lágrima más hizo aparición. Asentí con la cabeza avergonzada porque sí quería.

Levantándome de la mesada con uno de sus brazos, me quito las bragas. Desde niña me gustaban los vestidos, pero ahora simplemente eran mi prenda favorita. La situación hubiera sido muy diferente si hubiera tenido cualquier otra prenda.

—No sabes lo bien que hueles— dijo Andrés, que sin darme cuenta se encontraba junto a mí.

Al otro lado estaba Adrián. Los tres tenían los ojos de un azul eléctrico, brillando. Estaban excitados, los tres.

La mano de Alejandro me sorprendió al sentirla directamente sobre mi coño. Un gemido se escapó de mi boca con solo sentir sus dedos pasar superficialmente por mis labios externos.

—¿Escucharon eso?— preguntó entusiasmado Adrián.

Nadie dijo nada más cuando, lentamente, Alejandro introdujo un dedo en mi entrada. Su mirada estaba atenta a mi rostro, viendo cada una de mis reacciones. La sensación era rara, era algo nuevo, pero se sentía bien. Lentamente, comenzó a meter y sacar el dedo, siguiendo un ritmo.

Mi vestido se encontraba enrollado en mi cintura, por lo que los otros dos hermanos tenían plena visión de lo que estaba sucediendo. Además de tener acceso por si también querían participar. Y Andrés tomó la invitación sin problema, y pasó sus dedos al que yo llamaba el pequeño botón del placer.

Se me escapó un gran gemido al sentir a ambos. La vergüenza no existía para mí en ese momento, solo la idea de poder disfrutar lo más posible.

Adrián me tomó por el mentón y giró mi cabeza para que lo mirara. Se acercó lo suficiente como para que nuestros alientos se hicieran uno, pero no lo suficiente para unir nuestros labios. Otro gemido salió de mi boca cuando Alejandro en vez de solo meter un dedo, le agrego otro. Mire a los ojos a Adrián, pidiéndole que me besara. Pero él se mantuvo en el lugar esperando a que yo lo hiciera por mi cuenta.

Sin pensar lo arrepentida que estaría a futuro por toda la situación, me acerqué a él y uní nuestros labios. Mi primer beso. No sabía qué hacer, ¿debía abrir la boca?¿mover los labios? Nadie me había explicado cómo comportarme en estas situaciones.

El ritmo de Andrés y Alejandro aumentaba cada vez más, al igual que mi temperatura corporal. Sentía un cosquilleo crecer entre mis piernas, las ansias de algo, no sabía qué, pero lo quería. Cuando quise soltar otro gemido, Adrián aprovechó para evitarlo con su boca y comenzó a moverse.

Todo mi cuerpo se sentía sensible, cualquier toque podía llevarme al límite. Alejandro había aumentado la cantidad de dedos a tres, Andrés seguía haciendo su trabajo a la perfección mientras que Adrián me daba un beso que me hacía ver las estrellas.

Adrián comienza a ralentizar la velocidad del beso y se separó de mí, mordiendo mi labio, haciendo que un sentimiento desconocido me recorriera el cuerpo. Pude sentir cómo mi propio interior se contraía y relajaba, y la liberación de ese placer que estaba conteniéndose dentro mío.

Y entonces en medio de todo el placer, mi celo comenzó.

La cosa subió un poco de tono. Medio triste, medio horny... como mi vida. Unas ganas de tener a tres hombres a mis pies de esta forma, así cualquera está satisfechx

Cosas del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora