Capítulo 20

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Adrián

El ambiente había estado tenso desde hacía rato, Andrés miraba a Alejandro como si quisiera asesinarlo con solo sus ojos. Era entretenido imaginarme qué debían de estar pensando uno del otro sin entender la situación real.

Alejandro tampoco se encontraba feliz con Andrés. Ambos se encontraban en puntas opuestas de la cocina, como si eso cambiara algo.

—¿No pueden dejarlo pasar?— pregunté tratando de relajar un poco la cosa. Pareciera que nos encontrábamos en un campo de batalla, hacía años que no nos peleábamos así.

—¡No puedo dejar pasar que se la haya follado!— atacó Andrés.

—¡No me la he follado!— gruñó Alejandro mostrando sus colmillos.

—¡¿Y eso de anoche?!— le preguntó irónico.

—¡Hicimos el amor!— justificó Alejandro relajándose un poco. Debía de estar pensando en todo lo que habían hecho. Una pequeña envidia me llegó, pero decidí dejarla de lado.

—Eso no cambia el hecho de que lo hiciste sin pedir permiso— le recordó Andrés.

—¡No tengo que pedirte permiso a ti para hacerle el amor a mi pareja!— le dijo Alejandro.

—Bueno. Aquí ambos tienen razón— interrumpí a los dos animales—. Alejandro tiene premiso a hacerle el amor a su pareja— comenté y paré la reacción de Andrés con mi mano—, pero... deberíamos haber tenido una conversación sobre el tema.

—Deberíamos haber dicho claramente: "no desvirgues a la pareja de todos porque el resto también se merece estar en ese momento especial"— comentó enojado Andrés. Se estaba tomando la situación muy a pecho y eso no iba a traer nada bueno para nosotros ni para ella.

—Lo siento, ¿de acuerdo?— Alejandro elevó sus manos como si estuviera mostrando su inocencia.

—Planteemos las normas desde ahora— dijo Andrés ya rendido.

—No podemos hacer eso sin que ella esté aquí— le reproché un poco ofendido por no haber pensado en eso.

—Tiene razón, ¿alguien va a despertarla así desayunamos y hablamos?— preguntó Alejandro revolviendo algo en una sartén. No ha dejado de cocinar en todo el momento.

Dejé que Andrés pudiera ir a buscar a la pequeña conejo de la casa para poder quedarme en la cocina y darle un zape en la cabeza a Alejandro.

—Andrés no es el único ofendido aquí, deberías haber esperado por lo menos unos días— le dije tratando de no mirar a ninguna parte.

—Ya he perdido perdón— dijo y lo di por terminado porque vi que había unos vasos demasiado verdes en la alacena.

¿Siempre estuvieron ahí? Ese color no combinaba con los demás del lugar. Se veían incorrectos en ese lugar. Me había acercado a poder cambiarlos de lugar cuando un potente ruido a mi espalda me hizo darme la vuelta y encontrarme con Alejandro tomando su mandíbula y a Andrés con cara de querer seguir golpeándolo.

—¡Se ha ido!— gritó Andrés.

—¿Cómo?

—La has espantado, inútil— le gritó con la ira en su voz.

Eso no sonaba como algo bueno. ¿Se había escapado de nosotros? ¿Por qué esto se estaba haciendo tan difícil? Todo el mundo decía que al encontrar a su pareja todo fluía, que sentían el amor al instante y no necesitaban de nada más para saber que debían pasar el resto de su vida con ellos.

Subí a la habitación para poder buscarla, no podía ser cierto que mi pequeña no quería estar conmigo. Busqué en cada una de las habitaciones, los roperos, los baños. No podía ser que ella no quisiera estar con nosotros, no podía ser tan feo estar con nosotros.

—No está acá, Adrián— me avisó Andrés.

—No puede haberse ido— susurré desesperado.

—Lo hizo— me contestó.

—Pero...— me quedé un segundo mirando al techo, tratando de encontrar las palabras para expresar el nudo en mi garganta—: ¿no nos quiere?

—Claro que nos quiere, solo está un poco ahogada por toda la situación, es mucho para pensar— me explicó tranquilo.

—Pero no quiero que se vaya— le confesé con las lágrimas queriendo escapar.

—Con Alejandro dijimos de ir a buscarla— me dice cambiando de tema. Él se sentía tan vulnerable como yo en esto. No quería saber qué debía de sentir él teniendo su marca ya hecha.

—¿A dónde?— pregunté confundido—. No sabemos a dónde se ha ido. Podría haber ido a la casa de algún conocido o a alguna parte que no conocemos de la ciudad, no conocemos nada de aquí. No vamos a encontrarla nunca.

—Podemos intentar ir a su casa y después tratar de seguir su olor.

Hoy llueve. Adrián siendo responsable no es cosa de todos los días. Me encanta que solo sus hermanos y Emily pueden sacarle ese lado de su personalidad. Hace tan evidente que realmente se preocupa por ellos.

Cosas del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora