11. Control.

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¡Hola mis bonitos lectores! ¿Alguien noto mi repentina ausencia? ¿No? Oh, entonces esto es incómodo. No pero, no cache que había pasado tanto desde que actualice algo. Espero que este capítulo les gusta, muchas gracias por leer.

—¡Duele! —El omega frenó sus movimientos, el algodón escurría alcohol y el cuarto apestaba a antiséptico

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—¡Duele! —El omega frenó sus movimientos, el algodón escurría alcohol y el cuarto apestaba a antiséptico.

—Lo siento, ¿te duele?

—¡Claro que sí! —Ash se apartó—. No sé tú, pero yo tengo un cuerpo muy delicado. —Su agarre se tensó alrededor de las gasas—. Duele mucho si lo haces sin cuidado. —¿Quién se creía este petulante? Deberían haberle herido la boca. Una sonrisa maliciosa pendió entre los labios de Eiji antes de que le repasase los moretones a golpes, los gritos del alfa fueron desgarradores.

—¡Lo siento! ¡Soy un japonés muy descuidado, así que no puedo hacerlo de otra forma! —Él lo curó con brutalidad, las vendas le cubrieron desde la cara hasta el torso—. Ahora sé obediente y recuéstate.

—¿Quieres que me recueste en un montículo de mi ropa sucia? —Eiji infló los mofletes y arrugó el entrecejo, su puchero fue absolutamente adorable.

—¿Estás diciendo que mi nido es un montón de ropa sucia? —Entonces el alfa alzó las manos en señal de paz y se dejó caer en la cama, su chaqueta de mezclilla le rozó los mofletes.

—No me atrevería a decir eso jamás. —El omega lo imitó—. Gracias por cuidar de mí, onii-chan. —El aludido enfocó su atención en el techo, sus palmas pendieron alrededor del cinturón de la yukata.

—No fue la gran cosa.

Aunque no había ninguna pintura renacentista fulgurando contra la suavidad del alba, él pensó que el cielo en la biblia se hallaba plasmado en ese techumbre: un montón de grises sucios y goteras sin tratar, un filtro de moho pudriéndose en la esquina y raíces venenosas arañando la lámpara. Eiji escuchó a su mirlo cantar y sonrió ante la ironía. A pesar de la belleza que vanagloriaban esas plumas negras, eran aves parasitarias, sacaban de los nidos a los verdaderos dueños para depositar sus propios huevos. Eran pájaros falsos, impasiblemente delicados pero vorazmente despiadados. El corazón le pesó contra el pecho, él se preguntó si sería como su adorado Nori Nori en esa morada de lana y si el infierno clamaría por su alma cuando esto terminara.

Probablemente, le estaba usurpando su lugar a la verdadera pareja destinada de Aslan.

—Ash... —Él se volteó contra una camisa blanca, sus onditas le hicieron cosquillas contra los labios, el fervor de las feromonas lo intoxicó.

—¿Sí? —Él enfocó su atención en el papel tapiz del cuarto, le pareció familiar, de un sueño lejano o un recuerdo empolvado.

—¿Qué quisiste decirme cuando me gritaste que regresase a mi clan? —Ahí recordó que ese patrón también se hallaba en la residencia de su padre, le resultó irónico que los monstruos tuviesen gustos tan similares, sin embargo, no debería sorprenderle. Después de todo, las pesadillas siempre se las arreglaban para encontrarlo.

Bird cage.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora