8. Play me like a violin.

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¡Hola mis bonitos lectores! Este capítulo llegó excepcionalmente antes por dos razones: primero, no sabía bien qué canción escuchar para escribir estas escenas y de repente, como a la 1 a.m puse mi viejo mix y me pegó la inspiración con esta canción, so, adoré el resultado. Segundo, quería dedicarselo a una personita muy especial, SCHWANZS, escribí todo el bendito capítulo esperando que te gustara, tiene muchisimo amor y apenas me dijiste que esta era de tus tramas favoritas no pude contenerme a sacarla. De verdad muchas gracias por haberse tomado el cariño para leer.

¡Espero que les guste!

¡Espero que les guste!

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—El shampoo es nuevo.

—¿Qué? —Eiji parpadeó, ido.

—El shampoo huele bastante agradable, ¿no lo crees?

—Bastante. —Se encontraba mirando un punto al azar en la pared—. Es dulce. —Él repasó las figuras en el papel tapiz, a pesar de la simpleza que las caracterizaba él podría contemplarlas durante una eternidad sin todavía descifrarlas. Eran doradas, bonitas e increíblemente melancólicas.

—Me alegro que te haya gustado. —Bones le estaba secando el cabello con una toalla—. Kong lo escogió especialmente para ti. —El aludido se encontraba en una esquina del cuarto, estático, no se atrevía a intervenir en semejante tormenta. Fue un shock el desenlace de esta tragedia.

—Es agradable. —Las ásperas fibras de la tela le presionaron la asquerosa marca grabada en su nuca, él sonrió, vacío—. Es muy agradable. —Los movimientos cesaron contra su flequillo. Las gotas pendieron desde su cuello hacia sus hombros, se había puesto una camiseta luego de ducharse, no tenía energías suficientes para usar una yukata y Arthur destrozó una de sus favoritas.

—Eiji... —Bones se apartó, sus ojos se hallaban vidriosos y el corazón parecía dolerle mucho—. Nosotros jamás estuvimos de acuerdo con eso. —Oh, pero se quedaron mirando la masacre cual espectáculo de circo. Él tensó los puños hacia su regazo, impotente. Nadie hizo nada cuando el pajarito fue devorado por el lince voraz. Él pensó en Akira y en lo triste que se pondría tras enterarse de la marca, supuso que ya no se querría casar con él.

—¡Es verdad! —Kong estaba sosteniendo los restos de su yukata con una ternura enigmática, como si supiese lo valiosas que eran esas prendas para él, como si comprendiese que eran los únicos recuerdos bonitos que le quedaban de su familia—. Nosotros queríamos detenerlo.

—Lo sé. —Y realmente lo hacía. Él creció inserto en la crudeza de la mafia, si algún integrante inferior hubiese desacatado habría muerto al instante—. Lo sé. —Sin embargo, eso no aplacaba la amargura de la traición. Él delineó esa sangrienta marca, seguía fresca y abierta, podía repasar cada diente a la perfección. Era un trozo de carne en la cadena alimenticia.

—Lo lamentamos. —Él bajó el mentón, triste.

—Yo igual.

Lo que él más aborreció de semejante humillación no fue quedar completamente vulnerable frente a la pandilla, ni la destructiva impotencia que sintió cuando se trató de levantar pero su cuerpo se convirtió en una prisión, sino esa implacable necesidad de ser poseído por un alfa. Le enfermó que su corazón gritase por Ash Lynx. Porque se hallaba muerto de miedo, desnudo en medio del salón, pero lo único que quería era que él lo acunase entre esos gentiles brazos, que le presionase besitos contra el cabello y trazase círculos en su espalda. Qué mierda más ingenua. Fue su culpa por haberlo excitado ¿no? Aunque se encontraba en un estado que atentaba contra su voluntad, aunque los demás lo despojaron tanto de sus ropas como de su dignidad. Fue su culpa porque había lubricante escurriendo de su trasero y sus feromonas eran un caos. Él obviamente estaba suplicando para ser violado. Le dolió mucho esta realidad retrograda. Se profesó estúpido por pensar que el lince de Nueva York sería diferente.

Bird cage.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora