10.

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—¿Y te sientes bien con eso? —mis pies tocaban el agua, sin intención de elevar mi mirada y observar a la persona que estaba hablando conmigo —

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—¿Y te sientes bien con eso? —mis pies tocaban el agua, sin intención de elevar mi mirada y observar a la persona que estaba hablando conmigo —. Yo voy a extrañarte mucho, pero si eso te hace sentir mejor, sabes que te apoyaré.

Él se acercó y puso sus manos sobre mi cabeza.

—Sé que lo harás, Aer. Siempre lo haces —cuando sus manos entraron en contacto con mi cara no pude evitar acercarme para darle un abrazo.

El pitido molesto de la alarma entró por mis oídos y un mareo extraño me hizo tambalear al intentar levantarme de la cama.

—¿Otra pesadilla? —quiso saber Lina, quien acomodaba unas cosas en mi armario, con un café en una mano y una tostada en la boca.

—No fue una pesadilla —aseguré, levantándome al mismo y dirigiéndome al baño —. Fue más como... algo bonito.

No tuve la necesidad de estar enfrente de ella para saber que me observaba.

—Dejé las pastillas en tu mesita de noche, ¿no las tomaste?

Se movió por toda mi habitación para levantar las pastillas que ella misma había puesto en la mesita de noche, incluso la botella de agua estaba intacta.

—No lo hice —contesté como pude, pues tenía restos de pasta en mi boca y al mismo tiempo lavaba mi cara adormilada.

—Aer.

Regresó el cartón de pastillas a la caja.

—El tomar las pastillas me hace pensar que estoy enfermo, y no estoy enfermo y tampoco quiero sentirme así —alcancé una toalla para secarme la cara y otra para entrar a ducharme.

Miré mi reloj y eran las seis de la mañana, un lunes de enero, con mucho frío, despertarse tan temprano era un sacrificio para muchos, pero pensaba en los talleres y los ensayos y me hacía querer salir de madrugada y estar con los chicos.

Había sido una semana increíble y confusa, Celeste parecía no seguir el mismo patrón que otros y por eso yo me confundía mucho más que los demás. Quería lograr tener profundidad con los sentimientos de mi personaje, así que, los últimos siete días; dormía con los papeles, me levantaba con los papeles, hacía completamente todo mi día leyendo y hablando en voz alta algunas escenas. Nelson me había acompañado a clubes deportivos para tener cercanía con las habilidades de los jugadores profesionales.

También me habían realizado algunos cambios no tan exagerados en mi apariencia: mi pelo negro ahora estaba más corto y las puntas tenían una tonalidad azul. Había evitado usar maquillaje que cubriera las pecas de mi cara. Todo eso con instrucciones estrictas por parte del equipo de producción.

No se me permitía publicaciones en lo que respectaba mi cambió físico o hablar sobre el proyecto.

—Si no te apresuras, llegarás tarde, Aer —. Lina gritó desde la cocina.

Cuando Acabe El Show (próximamente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora