Mi cuerpo se sentía adolorido, casi del mismo modo a la mañana siguiente de mi primer entrenamiento, mis piernas débiles incluso mientras dormían en esa hermosa cama... enorme y con olor... a... Rodrigo.
Escuché los platos en la cocina hacer un ruido desesperante mientras caían al lavamanos, seguido de eso, el desesperante aroma de la mantequilla mezclada con la miel y un café mañanero.
Un cuadro de un lago me recibió al abrir los ojos: una mujer mayor, un niño pequeño y un hombre estaban sentados en una banca, de espaldas, mirando el atardecer color verde, y el reflejo del agua daba directamente en los pinos de las orillas y se podían apreciar miles y miles de estrellas que comenzaba a salir.
Esa no era mi habitación, los más artísticos que había en mi habitación eran todos mis posters de colección y el escritorio que Keyller había puesto en una esquina.
Al reconocer el color azul, supe en donde estaba.
Me acerqué con cuidado a la cocina para encontrarme con el causante de todos esos aromas y ese ruido que me había despertado.
Él me sonrío al verme.
—Te has levantado —llevaba unos pantalones blancos y una camisa de girasoles, que combinaba con el mantel del mismo estampado —, anoche bebiste mucho. No puedo preparar sopa, pero te he preparado unos hot cakes.
Con gran libertad, pasó sus manos húmedas por mi cara, y con su mirada me ofreció asiento en la mesa redonda de su cocina.
—Come algo, Jeans —dijo con una dulzura que me gustó.
—¿Anoche dije algo imprudente? —. Al preguntar, Rodrigo no habló de inmediato y tampoco se mostró ansioso por contestar eso —. ¿No te ofendí o te dije nada malo? ¿Cierto?
No me emborrachaba porque me conocía a la perfección y podía pasar de estar deprimido en una esquina, a contar mi vida y mis secretos más oscuros. O confesar mi amor a alguien que ni siquiera amaba. No sabía la combinación que hacía mi yo borracho con Rodrigo.
—¿No te pedí que me besaras o sí? —bromeé para sacarle conversación. Cuando lo observé quedarse con un panqueque al aire, abrí mi boca, avergonzado por la situación —. Oh. Por. Dios. ¿Te pedí que me besaras?
El que Rodrigo no respondiera hizo que todo pareciera como si hubiese cometido un crimen a la sociedad, y el fuera la principal víctima.
Rodrigo agregó miel a sus panqueques y se sentó unos segundos después de que me dejara el café a mi alcance.
—Nada de eso —contestó —, solo me confesaste tu amor, pero no es ningún secreto que me amas.
Si él no quería decir lo verdaderamente ocurrido, no iba a presionarlo, suponía que lo hacía para evitar que siguiera avergonzándome, suficiente tenía con el dolor en mis músculos.
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Cuando Acabe El Show (próximamente)
Teen FictionAer siempre quiso actuar con Rodrigo. Rodrigo siempre quiso ser compañero protagonista de Aer. Desde que cruzaron miradas ese día en ese casting, ambos tuvieron la sensación extraña de lo sorprendente que sería protagonizar una serie juntos. Todo ca...