CAPÍTULO VIII

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A partir del viaje a Prachinburi algo nuevo despertó en la vida de Kongphop, y no precisamente la inquietud de su anguila

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A partir del viaje a Prachinburi algo nuevo despertó en la vida de Kongphop, y no precisamente la inquietud de su anguila. Discreto, pero innegable, un sentimiento navegaba en sus entrañas, un sentimiento que iba más allá del cariño que puede sentirse por un amigo. El lío atascado en su pecho se sumaba a la falta de recuerdos, todo era tan confuso; estaba como perdido en un bosque tratando de seguir una voz que le indicaba el sendero de salida.

—Kongphop... oye, Kongphop! —dijo Arthit. Tronó sus dedos frente a él— ¿En qué piensas, eh?

—Nada en particular... —Bebió un poco de café helado.

—Dime, ¿llamaste a tus padres para avisar que irás a casa el fin de semana?

—Sí, en realidad extraño verlos, han pasado casi tres semanas desde que me quedo aquí; además, mi padre tiene una sorpresa para mí. ¿Irás conmigo, verdad?

—Hum... no lo sé. Si el retraso de los proveedores no se resuelve este día tendré que trabajar el fin de semana.

— ¡Por favor, haz lo posible Ai'Oon! ¡No quiero viajar solo! —replicó como un chiquillo.

—¡Eres tan infantil! Me pregunto cómo tus padres han podido soportarte tantos años...

—Ogro... —murmuró entre dientes.

—¿Qué has dicho? ¿Acaso quieres que te dé un par de nalgadas antes de irme a trabajar? Tu manía de confrontarme sigue tan intacta...

Tan longevo como caprichoso, el destino pareció jugar a su favor. Con tres días de demora las piezas a medida llegaron a Ocean Electric la tarde de ese viernes, las cuales fueron ensambladas con urgencia para distribuir el producto en las sucursales y mermar la falta de stock. Kongphop se mostró aliviado, pues tantas semanas de convivencia no le permitían concebir el viaje sin su entrañable e inseparable compañero.

Las horas restantes del día agonizaron y dieron paso a un chubasco en la madrugada; la mañana tuvo que abrigarse con los rayos vespertinos a causa del enfriamiento que dejo el chaparrón. Esto activó el «modo invernar» en Arthit, el cual roncaba en total privación de consciencia envuelto en las sábanas como una oruga perezosa. Kongphop entró al dormitorio y trató de despertarlo, pero al hallarlo imposible lo indujo a la vida rosando un vaso de leche rosa por sus narices; antes que aquel pudiese abrir los ojos ya se encontraba chupando el popote de la bebida como un bebé con su mamila. El reloj marchaba hacia las 10:00 a.m.

Ya con las pilas puestas y el sol templando la intemperie se echaron a andar; el plan era llegar a la residencia Suthiluck antes del mediodía, pues los anfitriones brindarían un almuerzo especial. Tomaron el transporte colectivo, el cual les dejo unas cuadras alejados del domicilio, y tuvieron que caminar cuesta arriba por el vecindario. La tranquilidad de la que gozaban aquellas calles les escoltó hasta la entrada donde una fila de hermosos cipreses les saludó.

—Khun Arthit, ¿mi hijo continuó con dolores de cabeza?

—Sí, de vez en cuando, pero está bastante controlado; él ha puesto mucho esfuerzo en mejorar y eso incluye la constancia con los medicamentos.

SOTUS: DESTINY.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora