CAPÍTULO IV

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El resto de la semana fue un verdadero sacrificio para Arthit, su equilibrio se había volcado también con el accidente; dormir se volvió una riña constante con el desvelo, comer una obligación y su ánimo se arrastró por los suelos como una oruga r...

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El resto de la semana fue un verdadero sacrificio para Arthit, su equilibrio se había volcado también con el accidente; dormir se volvió una riña constante con el desvelo, comer una obligación y su ánimo se arrastró por los suelos como una oruga relegada a la metamorfosis. Los colegas cercanos a él lo notaron y pronto la noticia fue conocida; Earth fue la primera en externar sus condolencias y todos, al igual que ella, lamentaban en gran manera el terrible suceso.

—Arthit, lamento la situación que atraviesa Kongphop, espero de todo corazón que pronto pueda volver a la normalidad.

—Gracias, P'Earth, yo también espero lo mismo —Suspiró.

—¿Y cuándo lo verás?

—Pues, el fin de semana. Khun Krekkrai me invitó a su residencia para estar cerca de su hijo, piensa que mi presencia le hará mucho bien.

—Eso es innegable, Arthit, ¿qué mejor que la presencia de su novio para motivarlo a recordar?

—Gracias, P'Earth, agradezco mucho tu intención para tratar de animarme.

—No tienes nada que agradecer, Arthit. Por favor, cuando estés en casa de Khun Krekkrai dile que lamentamos mucho lo sucedido y que estaremos orando por la recuperación de su hijo —Tomó una factura para enviarla por fax.

—Así lo haré.

Una noche antes de la visita, el joven desvariaba sobre la cama mientras dormía; se veía caminar en la acera de la carretera, escuchando el zumbar de los autos que veloces rosaban el costado del borde. De pronto, divisó a Kongphop holgado en su motocicleta sin percatarse que un automotor se dirigía hacia él a toda velocidad; intentó gritarle, pero su voz se volvió un eco mudo; intentó acercarse, pero sus piernas se sintieron como dos grilletes muy pesados. El chillar de las llantas le ensordeció y cerró sus ojos para negarse a ver la calamidad que continuaba, el sonido del golpe le despertó.

Se sentó agitado y miró hacia la ventana, ya había amanecido. Su corazón latía tan fuerte que parecía abrirse paso fuera del pecho; le tomó unos cuantos segundos comprender que todo había sido una pesadilla, una horrible pesadilla. Esa mañana el sol se mostró renuente a aparecer, jugando a esconderse detrás de las nubes para ceder el paso a la lluvia, mientras el reloj marcaba las 9:30 a.m. Presto, metió en un bolso los artículos esenciales de limpieza y una muda de ropa, se acercó a la nevera y tomó la leche rosa que sobró de la cena para ahuyentar el ayuno en su estómago, esperando que el reloj diera las 10:00 a.m. Tras haberse lanzado a la intemperie unas gotas de lluvia alcanzaron su cabello y  buscó refugio colocándose una gorra. Una llamada detuvo su paso.

—Buenos días, Khun Krekkrai, ¿sucede algo con Kongphop?

—No, Khun Arthit, bueno, nada grave. Te llamó para saber si vendrás a casa, parece que hará mal clima.

—Sí, de hecho empieza a llover; ahora voy saliendo hacia allá.

—Espera un poco, enviaré por ti.

SOTUS: DESTINY.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora